Opinión | Viento fresco

Política y domingos

La mayoría de los congresos y convenciones políticas, etc. se realizan en fin de semana. Un político ha de ser alguien que no se desinfle el viernes tras una agotadora semana. Ha de ser alguien que el sábado, y —más importante— todo el domingo, esté en forma para pasillear, traicionar, ensalzar, aplaudir, palmear espaldas, leer informes de gestión, dar discursos o saber llevar a un ministro de visita a un restaurante donde la ensaladilla rusa no sea infame.

No es profesión para quien quiera descansar los fines de semana. Yo cuando llega el viernes a las tres de la tarde, incluso cuando llega el miércoles a las tres de la tarde, ya tengo ganas de colgar los bártulos, entre otras cosas para emplear la palabra bártulo. Y lo que quiero es que me dejen en paz, tomar aceitunas y vermú, leer y estar tranquilo o a lo sumo en un bar o en un cine. No digamos nada un domingo por la tarde, que solo quiere uno morirse con una agonía lo más breve posible temiendo la llegada del lunes. Pero no: el político de raza, un domingo está criticando, conspirando, asistiendo a un congreso o a una ejecutiva o a una cumbre. Estamos gobernados, y opositados, por gente con energía selectiva que es capaz de no pegar ni clavo un lunes. Y un martes. Y un miércoles. Pero que llegados el sacrosanto finde sacan lo mejor y lo peor de sí mismos y se lanzan a la melé cueste lo que cueste. Qué pereza. Claro, por eso yo no voy a llegar nunca lejos en política. Ni en filatelia ni en nada, pero a cambio me lo paso muy bien los fines de semana, entre otras cosas, observando esos afanes, esas ganas, esas proclamas que se hacen con la vena del cuello hinchada. Esas llamadas a la unidad, esos aquí no sobra nadie. Esas fotos en las redes tomadas en Lugo por quien es de Cádiz y en Almería por quien es de Tarragona. Aquí, de congreso.

En España hay gente que se ha labrado un estupendo porvenir por estar activo los domingos. Esos políticos que los domingos no pueden ser melancólicos ni visitar a un viejo amigo en Brazatortas, ni tener una hernia ni un familiar malo, ni una paella con los cuñados ni una entrada para el fútbol ni nada. El domingo, al mitin, a la reunión, a la ejecutiva, al cónclave con el poderoso o el subordinado militante. Seres de domingo, domingueantes, gentes que dan vidilla a la hostelería que rodea a los hoteles, pabellones o palacios de congresos si bien su dieta principal es engullir disidentes. No descansan al séptimo día. Llega el domingo y se ponen sus peores galas. La cazadorita informal y desgastada como de no tener pretensiones.

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