Opinión

La presunción de inocencia

No mucha gente sabe que María Jesús Montero, la vicepresidenta primera del Gobierno, es del Barça. Sobre todo del de básquet. Pero bueno. Sabiendo que siempre estuvo rodeada de béticos y sevillistas tiene su mérito. Tampoco se recuerda que durante sus tiempos de consejera de Hacienda de la Junta de Andalucía alcanzó tres acuerdos de presupuestos con Ciudadanos. Ello refuerza su estilo negociador y hasta que sabe ir contra corriente.

Pongo sus valores por delante, los que siempre había aparentado, para evidenciar cómo puede llegar a cambiar un perfil político cuando las circunstancias, o las de tu jefe, te obligan a retorcer la realidad y acabar haciendo el ridículo.

Montero ya es un histrión de ella misma. Lo lleva demostrando desde hace demasiados meses. No son deslices aislados o casualidades, ni boutades o comentarios sacados de contexto. Se trata de un modo estridente de argumentar que hace unos años le funcionaba para llamar la atención mostrando seguridad, lanzando un mensaje atrevido y personal, pero que ahora los ha convertido en espacios de política ridícula. Su gracejo de Triana ya no suena chistoso, como su opinión sobre la sentencia que absuelve a Dani Alves del delito de agresión sexual tampoco lo es.

Viene al caso por el argumento utilizado en loor de mitin de su partido, donde exclamó: «Qué vergüenza que todavía se cuestione el testimonio de una víctima y se diga que la presunción de inocencia está por delante». La expresión es textual. La textualidad le da al periodismo una garantía de veracidad. Es posible que no quisiera decir exactamente esa frase. Es más, tardó 24 horas (demasiadas) en matizar que ella había querido decir que «la presunción de inocencia no debe impedir que podamos expresar nuestro rechazo a que de manera sistemática se cuestione a las mujeres que son víctimas de agresiones y del machismo».

¿«Todavía se cuestione» o «no debe impedir»? Las ideas son distintas. Quiero decir que desparraman un sentido diferente en una opinión. La frase «todavía se cuestione» parte de una ofensa. Montero está ofendida de que primero sea la presunción de inocencia y no la víctima. De entrada, la misma frase explota en cualquier mente democrática. Sin duda ante algo tan evidente, hay que sospechar de entrada. ¿O «no debe impedir» que entendamos que la vicepresidenta se ha equivocado? ¿Cuestionamos o impedimos?

Cierto que estoy haciendo trampa e introduciendo el debate en un sinsentido, pero las imágenes muestran que Montero estaba enajenada, cayendo en la trampa de los argumentos que el feminismo radical ha acabado llevando el redactado de la sentencia de Alves decidido por la unanimidad de un tribunal formado por tres mujeres y un hombre, todos progresistas, y avalado por las siete asociaciones de jueces y fiscales, o sea todas.

El apoyo a las víctimas por abuso, acoso, hostigamiento, agresión o violación sexual debe ser total, pero las personas son inocentes hasta que se demuestre lo contrario, como rige el artículo 24.2 de la Constitución.

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