Opinión | El mundo por de dentro
Orgulloso de España y Europa
Creo que nunca me he sentido tan orgulloso de ser español y europeo como en estos días. No he sido nunca nacionalista, ni antinorteamericano, por definición; pero sí soy un defensor de la autonomía de los pueblos y de los países, del autogobierno y de la soberanía de los estados y, sobre todo, como acérrimo demócrata no reconozco más poder que el de los representantes elegidos por los ciudadanos y nosotros no hemos votado a Donald Trump para aceptar que nos diga lo que tenemos que hacer.
La visita del presidente Sánchez a Vietnam y a China, aparte del significado económico, tiene un gran calado político por el momento en que se realiza y por el significado que tiene. Ni España, ni Europa quieren romper con su aliado norteamericano, pero sí pretenden mantener su independencia económica, política y militar por encima de aranceles y fantasmas, el viaje de Sánchez a China supone reforzar las relaciones con Asia frente a la provocación del presidente estadounidense. Las relaciones de España y Europa no tienen que ser en exclusiva con los estadounidenses, quedó muy claro cuando se llegó al acuerdo con Mercosur, el gran mercado común latinoamericano, o con el fortalecimiento de las relaciones con Canadá y México y lo que vendrá con China y Asia. En este contexto, mientras Trump privilegia el diálogo con Rusia e ignora y maltrata a la UE, nos invita, objetivamente, a un desplazamiento de la UE hacia China.
En esa autonomía estratégica España es una avanzadilla de la Unión Europea, y felizmente también el gobierno Sánchez en la política antiaranceles está acompañado por el primer partido de la oposición, el PP, con cierta tibieza, y casi todos los grupos de la Cámara. Desgraciadamente quizás sea verdad que el señor Trump tiene lista de espera para que le «besen el culo», pero en la lista el único español será Santiago Abascal en nombre del patriotismo de Vox.
Ni España, ni la Unión Europea pretenden poner en riesgo las relaciones con EEUU, ni renuncian a la negociación y al diálogo, pero tras el inicio de la guerra comercial por el malandrín de Trump hay que replantearse las relaciones comerciales con China. Como ha dicho el futuro canciller alemán Friedrich Merz se trata de que Europa sea más independiente de EEUU. Yo apostaría que va a ser el canciller el próximo gobernante europeo que visite China. Además, y a pesar de las amenazas —España «pone en peligro su cuello»— del secretario del Tesoro norteamericano, Scott Bessent, España tiene un protagonismo, menor pero nuestro y europeo, en la difícil coyuntura internacional como no tenía desde hace décadas.
La guerra de aranceles recae sobre el comercio de bienes, pero olvida el de servicios y capitales. El endeudamiento norteamericano en bonos y dólares, mayoritariamente en poder de chinos, japoneses y europeos, debe ser lo que realmente ha llegado «al corazón» de Trump para que suspenda durante noventa días los nuevos aranceles, y le ha llegado a través de las advertencias de los ejecutivos de bancos, fondos y grandes empresas estadounidenses. Desde su amigo Musk hasta ejecutivos de la banca JP Morgan que temen una recesión económica. Además, la Unión Europea debe empezar a aplicar el nuevo Reglamento De Mercados Digitales —servicios— para que paguen en la Unión los debidos impuestos empresas como Apple, Amazon, Alphabet o Meta que hasta ahora se escapaban.
Desde el punto de vista político, el acercamiento a China puede facilitar más el alto el fuego y la paz en Ucrania. Sin duda Rusia tiene actualmente una fuerte dependencia de China y ésta defiende la presencia de la Unión Europea en las negociaciones de paz. Sin duda Putín le debe más, y respeta más al presidente chino que a Trump.
La crisis económica creada por el presidente norteamericano y agudizada por la incertidumbre permanente que crea, puede suponer una recesión con inflación, pero en cualquier caso las relaciones transatlánticas no volverán a ser las mismas. Europa probablemente mantenga su alianza estratégica con Estados Unidos, pero manteniendo una mayor autonomía política, económica y militar y un reforzamiento de las relaciones con China y con Rusia y con los países del BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, y otros) . De esta saldremos, pero saldremos escarmentados.
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