Opinión | El malecón

Ancelotti, el látigo y la mano izquierda

El exitoso preparador italiano -15 títulos con el Real Madrid- se sabe en la diana pese a que aún tiene a tiro un posible doblete

Carlo Ancelotti

Carlo Ancelotti / EP

Vicente del Bosque sostenía a menudo que al futbolista hay que hacerle creer que manda él para luego mandar tú. El exseleccionador español, íntegro y socarrón, pertenece a esa clase de entrenadores con mano izquierda. A criterio del personal, virtud ensalzada en las victorias y defecto bien acusado cuando llegan las derrotas. Ya se sabe lo pendular que es el fútbol.

Molowny, Del Bosque, Zidane, Ancelotti… Para muchos, divisas ideales para el Real Madrid ganador por su capacidad para templar gaitas y gobernar lo que antes eran vestuarios y hoy son camerinos en los que se disparan los “egómetros” con tanto empavorecido. Para otros muchos, a veces para los mismos, principales causantes de los males del Madrid trompicado por su excesiva condescendencia y poco látigo. “Yo soy de mano izquierda, no soy capaz de otra manera”, reflexionó Ancelotti el pasado martes. El exitoso preparador italiano -15 títulos con el Real- se sabe en la diana pese a que aún tiene a tiro un posible doblete. Triplete, incluso, si todavía le dieran carrete para el Mundial de Clubes.

El triunfal Ancelotti de toda la vida, cuyos métodos se conocen al dedillo en cualquier rincón del planeta fútbol, no ha logrado este curso el compromiso coral de una plantilla en la que no todos se sienten obligados a la intendencia. El entrenador se ha lamentado por ello públicamente, pero se desconoce el sentir de la alta dirigencia y si desde el palco se ha intervenido al respecto. ¿Cabe imaginar la polvareda levantada en caso de que Vinicius y Mbappé, por ejemplo, hubieran pasado tiempo en el cuarto oscuro por rebajarse de servicio más de la cuenta? ¿A costa de quiénes deberían tener más escaparate Güler y Endrick? ¿Quién decidió no acudir al mercado invernal en busca de defensas tras las lesiones de Carvajal, Militão y Alaba?

Como Madrid y Barça son vasos comunicantes, la comparativa con Hansi Flick no beneficia al técnico “reggiolesi”. El alemán, tan inflexible con la puntualidad como con el suda que suda de los suyos, no tolera una. Bien lo sabe Iñaki Peña. Y Raphinha y Pedri, a destajo como nunca. A Flick se le intuye una firmeza castrense al tiempo que se evidencian sus afectuosos gestos con los jugadores. Con todo, en un mundo en el que rebosan las vanidades, no le han faltado desplantes, caso del novicio Héctor Fort y el llagado Ansu Fati durante el agónico partido de los barcelonistas frente al Celta. ¿Reclamaban protagonizar la remontada en detrimento de Raphinha, Lamine, Lewandowski o Pedri? ¿O bien a costa del mejoradísimo Koundé como lateral y el desatado Ferran como goleador? La respuesta de Flick resultó chocante. Los dos malhumorados fueron titulares en la siguiente jornada, contra el Mallorca, y cumplieron con creces. Un mensaje elocuente, no hay un ostracismo caprichoso, sino un entrenador que ha dado con la espina troncal de un equipo que le ha funcionado de maravilla en lo que va de año.

Ancelotti y Flick, modelos cuya validez para la demoscopia popular pasa por el más simplista de los exámenes futboleros: ganar o perder. La inminente final de Copa y el órdago liguero del clásico inclinará el pulgar para uno y otro. Mientras, al entrenador madridista, todavía vigente campeón de Europa y de Liga, ya se le da por caducado. Al barcelonista, aún a la espera de títulos con los azulgrana, por un técnico revolucionario que ha sabido reactivar a un plantel de barbecho el curso pasado. El fútbol, tan desmemoriado tantas veces, da y quita sin remedio y a la carrera.   

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