Opinión
La preocupante ignorancia
Ya ha pasado de «preocupante» a «intimidante» la deriva reaccionaria del segundo mandato de Donald Trump. Al margen de los millones de electores que lo votaron para dar contenido a la consigna un tanto idiota de «America First» o, dicho en cristiano luterano, «América primero», una afirmación que nos deja intacta la intriga de saber quién quedó de segundo y aun de tercero, porque en el podio olímpico de la competición capitalista interminable solo cabe uno, el resto es pelotón anónimo y clase de tropa.
Pasar de la preocupación a la amenaza es un salto cualitativo que no puede tapar las payasadas del cabeza de cartel ni las excentricidades de su mozo de estoques, si hemos de seguir con el símil taurino. Como la lista de productos y servicios a los que el hombre del pelo color naranja pretende aplicar los ya populares aranceles al objeto de castigar a los consumidores de la nación o naciones «enemigas», catalogadas como tales por exclusivo capricho del magnate, un tratamiento que le da el periodismo financiero cuando se cansa de endilgarle el término más preciso de «oligarca». La falta de seguridad jurídica en las transacciones mercantiles tiene completamente desorientados a los comerciantes que tienen la misma o parecida sensación que se apodera de los que se inician en el patinaje sobre superficies heladas. Es decir, con miedo a perder el equilibrio y caer al arriesgarse a dar el primer paso.
En una radio oigo la queja de un empresario agrícola que lleva años exportando gran parte de su producción. «Por si no nos bastara con depender de lo que la naturaleza tenga a bien enviarnos desde el cielo, ahora hemos de padecer lo que se le ocurra a un chiflado de esos que presumen de saber de todo cuando en realidad no tienen ni idea de lo que hablan. Parece una pesadilla. Y si a esto le añadimos el avance inexorable, a lo que parece, del cambio climático, entonces es como para echarse a llorar. Muchos llevábamos años creyendo que Estados Unidos era un país serio en asuntos relacionados con la agricultura, pero se ve que estábamos equivocados».
Opiniones como estas o parecidas sobre la impensada evolución del comercio mundial ocupan la mayor parte del espacio en los medios. Y lo que es peor, empiezan a detectarse síntomas de cansancio en una opinión pública abrumada por la avalancha de mensajes donde se van mezclando insidiosamente verdades y mentiras. Aunque hay actuaciones del inefable Donald Trump y de su pareja circense Elon Musk que nos recuerdan gestos y actitudes filonazis y filofascistas. Por ejemplo, el enfrentamiento de la Casa Blanca con los directivos de la prestigiosa universidad de Harvard o el pacto con el gobierno homicida de El Salvador para construir cárceles donde reclutar arbitrariamente personas sin garantía ninguna de respetar sus derechos.
Hitler, Mussolini y sus numerosos imitadores no tenían sentido del ridículo y montaban grandiosos espectáculos de masas para enaltecimiento de su figura. Franco con menos medios hacía algo parecido. Eso sí, tenía el vestuario adecuado para cada ocasión. Los militares de carrera son más comedidos en materia de uniformes. No así los que aspiran a ser confundidos con ellos, añadiendo un toque de marcialidad a la ropa. El máximo exponente de esa tendencia fue un director general de un instituto armado que diseñó para sí un uniforme de gala que le hubiera envidiado el actor italiano Vittorio De Sica en su papel de comandante Carotenuto. Absolutamente estrambótico.
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