Opinión | Artículos de broma

A qué huele un vicediós

La información de los funerales del Papa fue una crítica de teatro muy elogiosa por su costosa superproducción. El negocio del espectáculo ha penetrado de intereses los grupos multimedia y la crítica va a favor de obra. La información de la elección del nuevo Papa se centra en el trabajo de los cardenales para no cansar al Espíritu Santo, la parte de zoolatría pagana de este monoteísmo trinitario, y cada vez contiene menos Dios, que es lo que deberíamos pedir de todo lo que cuenten los periódicos para que no se necesite fe sino hechos y datos.

Hay mucha más religión en el contraataque nuclear, fe en la defensa de las energías renovables y misterio en las causas del apagón que en la elección del Papa donde nadie cree (más que de manera fabulística, puesto que sale una paloma) que el Espíritu Santo ilumine la vuelta al cole cardenalicia. Los cardenales repiten que inspira, pero no con la seriedad severa con la que hablan de finanzas o de escándalos sexuales, los grandes temas periodísticos de la Iglesia del siglo XXI. La colombina inspiración es «fe del carbonero» que cree sin entender, porque le han dicho que hay que creerlo. Con la energía hay mucha fe en el carbonero, desde su producción hasta su precio. Quizá eso explique por qué tanta gente repite como sinónimo lo de «llámalo Dios o llámalo energía».

Los cardenales votan por un vicediós a imagen y semejanza de su idea de Dios, un ente misterioso que se percibe a través de la fe, que es creer en lo que no se ve. Dios es invisible y hace siglos que no se aparece. Es inaudible —salvo para personas con problemas de salud mental o relacionadas con el terrorismo— insípido e intangible. Dios no huele; el diablo, sí a azufre. El Papa es vicediós, pero perceptible por todos los sentidos. Francisco aportó a qué tiene que oler. Después de Benedicto XVI, que atufaba como si Thierry Mugler hubiera hecho un perfume de incienso, Francisco dijo que los papas tienen que oler a oveja, que es esencia de pastor, un oficio bíblico y del sector primario, que nunca sale en los periódicos (color) salmón, los que mejor explican al Vaticano.

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