Opinión

India y Pakistán preparan una escalada

Cachemira ha vuelto a envenenar las relaciones entre la India y Pakistán, que preparan una escalada militar tras el nuevo atentado terrorista que ha hecho saltar por los aires la difícil distensión entre estas dos potencias nucleares. El mundo contiene la respiración y desde Naciones Unidas y los principales aliados de los dos países —Estados Unidos, Rusia y China— se intenta contener un enfrentamiento militar de consecuencias incalculables.

La India vincula el asesinato de 26 turistas hindús en Pahalgam, un pueblo turístico de la Cachemira india, con el discurso pronunciado una semana antes por el hombre fuerte de Pakistán, general Syed Asim Munir, quien afirmó que Cachemira es la «vena yugular» del país y prometió que «nunca se abandonará a los cachemires en su heroica lucha contra la ocupación india».

Pakistán, como en anteriores estallidos de violencia, rechaza estar detrás del ataque. Por el contrario, la India afirma que los asesinos forman parte del grupo terrorista Lashkar e Toiba, que Islamabad «apoya, financia y entrena» y que en 2008 mató a 170 civiles en Bombay y en 2019, a 40 policías y militares en Cachemira.

Desde que en 1947 el imperio británico aprobó la partición de la Joya de la Corona en la India y Pakistán y la independencia, Cachemira —una región de mayoría musulmana entonces gobernada por un hindú que impidió que este bellísimo valle, tradicional lugar de veraneo de los maharajás, se uniese a Pakistán— ha dinamitado cualquier entendimiento entre los dos vecinos. La región ha provocado dos guerras, en 1947 y 1965, multitud de escaramuzas transfronterizas, insurgencia independentista, militarización, terrorismo y caos.

El asesinato de los turistas ha incendiado de ira y odio las redes sociales indias, que han arremetido contra la viuda de uno de los muertos porque ha pedido que se castigue a los culpables pero que se mantenga la paz. Radicalismo hindú y nacionalismo se amalgaman en el gobernante BJP, un partido que de la mano de Narendra Modi dirige el destino de la India desde 2014 y va arrancando concesiones para el 80% de los 1.400 millones de indios que profesan el hinduismo. Entre estas, la que más frustración ha causado ha sido la derogación, en 2019, del estatuto de autonomía de Cachemira. Con ello puede cambiar la mayoría étnica de la región, ya que permite a los habitantes de otros estados indios comprar tierras en Cachemira.

Todo apunta a que la respuesta militar será más contundente que la de 2019, cuando aviones indios atacaron un campamento insurgente en Pakistán. La decisión del entonces jefe del Ejército pakistaní de devolver al piloto indio que se eyectó al ser alcanzado su avión y cayó en la Cachemira pakistaní frenó la escalada militar. Ahora las represalias han comenzado de inmediato. Nueva Delhi cerró el principal cruce fronterizo, expulsó a la mayoría de los diplomáticos pakistanís y anuló los visados y expulsó en 48 horas a los ciudadanos del vecino país. Además, suspendió el tratado de aguas del Indo, vigente desde 1960, que rige la administración de los seis ríos de esa cuenca, que alimentan el 80% de la agricultura pakistaní.

Por su parte, Islamabad cerró su espacio aéreo para todos los aviones indios (la India respondió cerrando el suyo a los pakistanís). Además, como Nueva Delhi, expulsó a diplomáticos, suspendió visados y también el tratado de paz de 1972, que establecía la línea de control que divide la región de Cachemira entre la India (la mayor parte), Pakistán y China.

El hecho de que las víctimas sean civiles y la presión dentro de las filas del BJP hace temer que la India se esté preparando para una contienda militar al menos de la envergadura de la llamada guerra de Kargil, desatada en 1999 tras la infiltración en Cachemira de paramilitares pakistanís.

Pakistán también está más predispuesto para una guerra que en 2019. El general Munir, que con anterioridad dirigió el ISI (Inter-Services Intelligence), la poderosa agencia de inteligencia considerada un estado dentro del Estado, dijo el jueves pasado a los soldados que «cualquier acción militar de la India recibirá una respuesta rápida, firme y aún más fuerte».

China, con intereses en Pakistán, ha tratado de calmar las aguas, pero la situación interna del país, sumido en una gravísima crisis económica, política y social, alienta el conflicto con la India.

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