Opinión | Inventario de perplejidades

Del carraspeo del alcalde a la sonrisa del ministro

Corría más que galopaba —como en las pesadillas— el día 11 de junio de 1971, cuando un primo carnal mío, José Manuel Mittelbrunn Rodríguez, hijo de mi tío Pepe, (farmacéutico, autor de productos de éxito como la vaselina Brum) caminaba por los alrededores del colegio San Luis de Pravia con otros alumnos de la misma institución.

La casualidad es maliciosa y, aunque aparente angélica inocencia, hizo coincidir en el mismo lugar al alumnado con el fundador y director de la institución, Manuel López de la Torre, a la sazón también alcalde del municipio praviano. La acumulación de cargos en «personas de toda confianza» fue una de las peculiaridades de la dictadura franquista y era cosa corriente que un político desempeñase más de un laburo, por cierto, no siempre bien retribuido.

No sabemos cuál de esas plurales dedicaciones ocupaba la cabeza del alcalde y jefe local del Movimiento, («el alma del Estado», según lo definió el eminente jurista Garrigues Walker). Ni cuál era entonces su estado de ánimo. Pero hay que sospechar de algún asunto que excitase su sensibilidad. De otra forma, no se explica que pudiese oír con nitidez el carraspeo emitido por la garganta de mi primo o de cualquiera de los alumnos allí presentes. Y menos todavía distinguir matiz en la modulación de la voz que descubriese una clara intención subversiva.

La dictadura no se andaba con bromas a la hora de reprimir a la disidencia y no dudaba en utilizar la violencia extrema para cortar de raíz cualquier atisbo de brote democrático. Empiezas carraspeando al paso del alcalde de Pravia y acabas pidiendo la libertad de expresión, de reunión, de sindicación y elecciones libres. ¿Y para eso hicimos —y ganamos— una feroz guerra civil de tres años de duración?

Afortunadamente, estábamos en el mes de junio de 1971, el dictador entretenía su tiempo en jornadas de caza y de pesca; mientras preparábamos al público para aceptar la tercera restauración borbónica de la mano de un general gallego, la multa de 25 pesetas a mi primo José Manuel Mittelbrunn por el gravísimo delito de «carraspear al paso del alcalde» describe mejor que nada el estado comatoso de la nación española .

Pero lo peor es darnos cuenta de que en algunas cuestiones no hemos avanzado, sino más bien retrocedido. Por poner un ejemplo, (un mal ejemplo en cualquier caso) ahí tenemos la reproducción en los medios del absurdo diálogo entre el juez Juan Carlos Peinado y el ministro de Justicia, Félix Bolaños, sobre la esposa del jefe de Gobierno, Pedro Sánchez, en actividades supuestamente ilícitas.

¿Qué diferencia conceptual, filosófica o moral hay entre la multa impuesta a mi pariente por carraspear al paso del alcalde de Pravia el día 11 de julio de 1971 y la admonición por parte del juez Peinado al político socialista de emplear mayor celo inquisitorial si persistía en utilizar esa clase de muecas como respuesta a las preguntas aparentemente absurdas del día 9 de mayo de 2025?

Solo falta que le imputen a Bolaños la muerte de Manolete, el famoso torero cordobés.

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