Opinión | Crónicas galantes

La España europea sale a la luz

«¡Ya somos europeos!» proclamaba el personaje de una tira cómica, al que otro le corregía: «Querrá usted decir europedos». Esto se publicaba hace cosa de cuarenta años, cuando muchos españoles veían a Europa como un continente ajeno y a España como el culo de Europa. Era la mentalidad de la época: y por eso se entendía el chiste.

Si no para otra cosa, el reciente apagón que dejó al país a oscuras e incomunicado, sirvió para que saliese a la luz la España europea de hoy.

No hubo tumultos en aquellos supermercados que permanecieron abiertos, ni mucho menos saqueos en los comercios. Los hospitales siguieron funcionando, los servicios públicos hicieron su trabajo e incluso con los semáforos apagados, la circulación fluyó sin mayores percances.

Se sabía ya que el ingreso de España en la UE transformó su economía y sus infraestructuras gracias a los copiosos fondos llegados desde Bruselas. No se ha resaltado tanto, sin embargo, el no menos sustantivo cambio que obró sobre la educación cívica de los españoles.

«España es uno de los pocos países que presume de sus defectos», se admiraba Fernando Díaz Plaja al observar allá por el año 1968 que el pueblo tendía a ufanarse de su indisciplina. El civismo se consideraba entonces una extravagancia típica de los europeos, tal que si este país perteneciera a otro continente.

Ya no es así. Nada o casi nada diferencia hoy a un español de un alemán o un francés, pongamos por caso, en cuestión de urbanidad. Los automovilistas se detienen en los pasos de cebra, los vecinos en general arrojan la basura en el contenedor pertinente y es muy raro que alguien tire un papel al suelo. En menos de cuatro decenios pasamos de apedrear perros a adoptarlos como perrihijos; y no hará falta recordar que los avances en igualdad y respeto al diferente hacen de España uno de los más avanzados países del mundo.

Todo esto salió a la luz, aunque ya se intuyese, con motivo del apagón que semanas atrás sumió al país en la tiniebla de la falta de comunicaciones. Lejos de caer en el pánico, la ciudadanía optó por convertir la desdicha en un adicional día festivo. Si llega el fin del mundo, que al menos nos pille tomando una caña en la terraza.

Aun así, hay quien sostiene la aventurada opinión de que España es una dictadura, extrañamente gobernada por un partido socialdemócrata. Suelen ser extremistas, que también abundan por aquí, aunque en menor medida que en el resto de Europa.

No dice eso, por fortuna, el índice de referencia elaborado por The Economist que sitúa a España entre las muy pocas «democracias plenas» —solo 24— existentes en el mundo. Un dato para considerar si se tiene en cuenta que Estados Unidos figura en ese ranking con la calificación de «democracia deficiente» (incluso antes de la llegada de Trump).

La serena, casi flemática reacción de la ciudadanía al blackout que nos dejó a dos velas no ha hecho sino confirmar que este es un país rutinariamente europeo y civilizado. Más que del Apóstol, ha de ser un milagro obrado por la Europa a la que tanta tirria tienen los intransigentes. Los de aquí y los del otro lado del Atlántico.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents