Opinión | MIEL, LIMÓN & VINAGRE
Prevost, el rey León XIV
Qué rey de un microestado transicionaría al nombre artístico de León, ni como homenaje al único espectáculo musical que puede competir con un cónclave.

El papa León XIV. / EPE
Francisco era Charlie Chaplin y León XIV es Buster Keaton, el resto es prosopopeya. Cada nuevo cónclave plantea el mismo interrogante atribulado, ¿es el Papa cristiano? La respuesta al enigma fundacional excede las posibilidades de este comentario, por lo que debe cederse el veredicto a los tertulianos de Sálvame de la familia de la tele, el programa enviado especial por RTVE a la Basílica de San Pedro.
Si es usted un bautizado soltero, y desde luego varón, imagine la sorpresa que se llevaría al salir elegido papa en el cónclave. El matemático Robert Francis Prevost tenía tan calculada la promoción estelar, que desplegó un sermón cuidadosamente preparado y excesivamente largo para presentarse al mundo.
El nuevo Papa estaba emocionado hasta las lágrimas y seguramente abrumado ante una misión imposible, pero menos sorprendido que Tom Cruise ante los desafíos de la película citada. Dada la celeridad del procedimiento, se diría que Prevost se autonombró Sumo Pontífice en otra producción cinematográfica. Freudianamente, sería el cardenal Bellini interpretado por Stanley Tucci en Cónclave.
No será un papa de andar por casa, conviene advertir a los descamisados. La supremacía vaticana encarna la última monarquía europea que preserva un mínimo de poder auténtico, aunque se despojó de la corona con forma de obús cuando Pablo VI arrinconó la tiara. En cuanto a la grey, se compone de 1.400 millones de bautizados, católicos no practicantes en su inmensa mayoría.
El aspecto monacal del Papa, porque ya solo las congregaciones ofrecen una mínima semblanza evangélica, no impide asombrarse de su autodenominación grandilocuente. Qué rey de un microestado transicionaría al nombre artístico de León, ni como homenaje al único espectáculo musical que puede competir con un cónclave. El Vaticano se convierte en un remake de El rey León XIV, con perdón por anticipado si en algún párrafo se cuela por deslumbramiento solar un Luis XIV.
Al margen de la pretenciosa equiparación felina, la superproducción vaticana de El Rey León XIV ha elegido un ordinal demasiado elevado, un suplicio para los anuméricos romanos. Recuerda al cartel de Rocky XXXVIII, que aparece en una escena de Aterriza como puedas II. Las historias se repiten, Ratzinger escogió un Benedicto XVI para que el rebaño se descontara y lo olvidara antes.
Se ha abusado tanto de León XIV como prolongación de León XIII y su encíclica Rerum Novarum, que la comparación es probablemente falsa.
Asombra que los eruditos no se hayan remontado a León X el Despilfarrador, autor de excesos que inspiraron a Martín Lutero y fructificaron en la germinación del protestantismo.
Si se desecha por previsible la hojarasca letrada, donde los postulantes de Parolin o Tagle afirman ahora que Prevost era desde luego el mejor papa imaginable, no subsisten ni las cenizas de un análisis equilibrado. De ahí que mientras León XIV se esforzaba para llorar durante su proclamación, sorprendía que los laicos de La Repubblica lo bautizaran como schivo. Se trata antes que nada de una hermosa palabra, como la mayoría del idioma italiano, que rima con el castellano esquivo y que alude a la timidez evidente del nativo de Chicago. Según admitiría el perspicaz San Pablo, un tímido no siempre dice lo contrario de lo que piensa, pero siempre piensa una cosa distinta de la que está diciendo.
En la conexión literaria imprescindible en una organización que redactó el Índice de los libros prohibidos, así como Joseph Ratzinger rimaba con su interlocutor Jürgen Habermas y Jorge Mario Bergoglio con su admirado Jorge Luis Borges, habrá que emparejar a Robert Francis Prevost con su compatriota Francis Scott Fitzgerald. Aunque León XIV también comparte la nacionalidad peruana de Mario Vargas Llosa, la célebre diplomacia vaticana.
León XIV restauró en su coronación la vestimenta pomposa denigrada por Francisco, y llega como todos sus predecesores con la cruz de un escándalo sexual a cuestas. Si Juan Pablo II encubrió a los Legionarios del abusador Marcial Maciel, y Benedicto XVI tuvo que dar explicaciones sobre el coro de su propio hermano, la versión oficial destaca que la ultraderecha eclesial le montó al nuevo papa un escándalo de tolerancia con los tocamientos a mujeres en la catequesis.
Por lo menos, el matemático Prevost ocupa la santa sede cuando el Vaticano ya ha rehabilitado a su colega Galileo. Habla de "desarmar las palabras", pero a continuación recibe a la vez a J.D. Vance y Marco Rubio, armados hasta la lengua. Es muy fácil esbozar el balance de su papado, ¿cuántas mujeres votarán en el próximo cónclave?
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