Opinión | Parece una tontería

Va de esto

Te pasas unas pocas horas desconectado de la actualidad, o simplemente distraído, o yendo a buscar un vaso de agua, y ya tienes que ir preguntando todo el día de qué va este asunto o aquel. Qué esclavitud la actualidad. Ese «¿De qué va?» es una pregunta incierta, algo desganada, pero tan efectiva como decir «¿Qué hora es?». Se hace en todo el mundo, a todas horas, y se obtiene respuesta, aunque no sea nada relacionado con la absoluta verdad. Debe de ser una genialidad, en el fondo. Al fin y al cabo, es imposible que las cosas no vayan en algún sentido de algo. Ya es célebre, o por lo menos tristemente célebre, ese «¿De qué va?».

No puedes destacar delante de alguien lo que te gustó una película, o un libro, o una obra de teatro, o una exposición, o lo que te mantuvo en vilo una simple polémica, sin que la primera pregunta sea «¿De qué va?». Nadie va a interesarse, de buenas a primeras, por la estructura, o por el uso del lenguaje, o por la consistencia de los personajes, o por la posición moral, o por cualquier otro aspecto formal de lo que sea que estéis hablando. Casi resultaría excéntrico. Más te vale tener pensada una respuesta clara, corta, atractiva incluso, que empiece justamente con un «Va de». Después a lo mejor resulta que va de otra cosa distinta, y siempre más compleja. De hecho, casi todas las historias van de dos cosas, una de ellas inesperada. Pero eso ya no importa. De entrada, necesitamos una respuesta para salir del paso, que no complique la vida al que responde, que diga algo y que a la vez no diga nada.

A una pregunta simplona se espera de uno que sea capaz de aportar una respuesta de una simplicidad asimismo resplandeciente. Cuando te preguntan de qué va algo algunos días resulta tentador decir sin más que «va de todo», o «va de muchas cosas», o «va de la vida», o incluso «no va de nada», para evitar los detalles. Serían todas respuestas vagas para preguntas aún más vagas. Salir al paso de un «¿De qué va?», si lo pensamos bien, es reduccionista. A menudo esperamos que un libro vaya de una cosa, expresada en un par de frases cortas, que pretender ser todo lo que se puede decir de, pongamos, cinco años de escritura. Respondes con cualquier «Va de» porque sabes qué es el aburrimiento y te manejas bien en esos laberintos. Y porque al final vamos a morir todos, y no merece la pena complicarse. Digamos que, después de la pregunta, es tu turno, como cuando te toca tirar el dado al parchís, y dices algo vagamente insatisfactorio.

César Aira llama a estas salidas «el seguro temático». En las páginas de Continuación de ideas diversas cuenta que «un agente literario me decía que cuando se le ofrece una novela a un editor, lo primero (y lo único) que preguntan es ¿de qué va?». El fondo se impone a la forma. Conviene disponer de una respuesta preparada, con al menos un elemento reconocible, de tal manera que si alguien te pregunta de qué va tu libro, y tú respondes «va de un empleado pequeño burgués que vive con los padres y una mañana se despierta convertido en escarabajo», la mitad de la batalla está ganada.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents