Opinión | Error del sistema

El milagro del error

A veces, los avances brotan de los fracasos. Que se lo digan al químico de 3M que andaba empeñado en fabricar un adhesivo ultrarresistente y le salió un adhesivo de lo más debilucho. Fue un compañero de trabajo el que encontró la utilidad: el hombre cantaba en el coro de una iglesia y estaba harto de recoger del suelo los trocitos de papel con los que marcaba las canciones del repertorio. Así nacieron los post-it, con el error de uno, la necesidad de otro y cierta bendición eclesial.

El final feliz de un error científico causa simpatía, pero cuando el error es político y afecta a cientos de miles de personas, no se le ve la gracia por ningún lado. El flamante Reglamento de Extranjería acaba de nacer con un roto incomprensible. Una calamidad que afecta a los solicitantes de asilo. Cientos de miles de migrantes utilizan esa vía para asentarse en España. Es fácil, presentan la solicitud y, si es admitida a trámite, transcurridos seis meses ya pueden trabajar legalmente. La resolución suele tardar años, pero, hasta ahora, ese tiempo transcurrido permitía a los solicitantes tramitar el arraigo si el asilo les había sido negado. Pero el nuevo Reglamento pone el contador a cero. No importa que una persona lleve años en el país, que trabaje y cotice, que tenga familia. Nada. Expulsado a la irregularidad. ¿De quién hablamos? De la persona que limpia tu casa, que cuida a tus mayores, que trabaja en la fábrica, en la hostelería, en el campo, en la construcción… Son muchos, son cientos de miles. Si fueran borrados de un plumazo, colapsaríamos.

Ante el desaguisado, el Gobierno ha decidido pisar el acelerador en la tramitación de la iniciativa legislativa popular (ILP) que permitirá regularizar de forma extraordinaria a medio millón de migrantes. La ILP fue refrendada por las firmas de 612.000 ciudadanos y más de 900 organizaciones sociales, pero dormía en el sueño de los justos desde hace más de un año. Entonces, no interesaba. Ahora, es la salvación. Por humanidad, sí. Y, cómo no, por la economía. Los empresarios necesitan la inmigración.

Si sale adelante, será la séptima gran regularización en España. La primera en estos días de mentiras y odio, de señalar a los migrantes como chivos expiatorios, de provocar la fractura de la convivencia, la debilidad de la clase trabajadora y la fortaleza de la élite. La migración, como siempre ha sido, hace grandes las naciones que la acogen, pero los discursos contra ella despiertan los peores fantasmas.

Entre los que apoyaron la ILP está la Conferencia Episcopal Española, Cáritas, la Conferencia Española de Religiosos o REDES. Esta firme involucración de la Iglesia se ha convertido en un dolor de cabeza para los partidos que dicen comulgar con el catolicismo, pero escupen xenofobia.

Nuestra supervivencia depende de la migración. No solo por la economía. Es una cuestión de valores democráticos. Ceder a los discursos del miedo y el odio, nos envilece. Al fin, que el error de unos, la necesidad de muchos y la bendición eclesial obren el milagro.

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