Opinión

Un periodismo útil y bello

En estos tiempos inciertos, el papel de los comunicadores se vuelve cada vez más crucial. Nos enfrentamos a desafíos que van desde la desinformación hasta la erosión de la confianza pública. La presión que ejercen algunos sectores sobre nuestra labor es constante, pero debemos recordar que nuestra misión es informar, educar y cuestionar. El compromiso deontológico ha de reafirmarse sin excusas en un mundo donde las noticias falsas, creadas, en muchas ocasiones, pueden propagarse con más éxito que la verdad en las redes. Somos los únicos intermediarios válidos, trabajamos para editores responsables, bajo cabeceras históricas.

No debemos obviar el impacto que la digitalización, también con la llamada Inteligencia Artificial, están alcanzando en nuestra profesión, en la vida toda. Las redes sociales han transformado la forma en que consumimos y distribuimos información, los tiempos, los modos, el formalismo, la creación. Y si bien nos brindan nuevas oportunidades para alcanzar a públicos más amplios, también presentan desafíos crecientes para la misión informativa. Es fundamental que los comunicadores, pero también los receptores, sigamos formándonos, entrenándonos y adaptándonos a estos cambios, sin perder de vista los principios éticos y la supervivencia.

En este contexto de responsabilidad, la brecha generacional sitúa, por un lado, a los informadores más jóvenes, aquellos que han crecido en la era digital, que han crecido familiarizados con las redes sociales y las nuevas tecnologías, lo que les permite interactuar con las audiencias de manera natural, innovadora y dinámica. Su enfoque en la inmediatez y la multimedia ha transformado la forma en que se cuenta una historia. Las generaciones maduras hacemos un esfuerzo de adaptación seguros de aportar experiencia, perspectivas valiosas. El diálogo intergeneracional, el aprendizaje permanente y mutuo, el intercambio de ideas, han de ser la base del compromiso inquebrantable con los principios éticos y la búsqueda de la autenticidad, lo que nos permitirá seguir investigando en profundidad, verificando fuentes y hechos, escribiendo de forma elegante, estructurada, cuidando el lenguaje... haciendo en definitiva lo que nos corresponde, con la sensibilidad de los humanos, lo único que quizás no puedan alcanzar las máquinas.

En foros y congresos a los que he asistido en los último tiempos, celebramos a toda una comunidad que trabaja incansablemente. Somos conscientes de que, aunque los tiempos sean complejos, el periodismo aún goza del poder de cambiar realidades, de otorgar voz a quienes no la tienen... Medios, escritores y lectores, jóvenes y maduros hemos de proseguir trabajando juntos por un futuro en el que, frente a la IA —útil pero perversa—, la exactitud y la integridad sean los ejes, la base, el pilar de una profesión que va a seguir resultando fundamental para proseguir la civilización humana.

Hasta aquí, la dedicación de los comunicadores ha dejado una huella imborrable en el mundo. Hemos sabido contar las historias que importan, que han salvado vidas, denunciado corrupciones, narrado las crueldades de las guerras, informado de catástrofes y crisis, que ha ensalzado los hitos de la humanidad, apelado a las conciencias y que ha propagado los rastros de los sabios. Hemos ofrendado compromisos y vidas a cambio de testimonios o denuncias o hallazgos de incalculable valor. En cierto modo hemos derrotado, sin armas, a muchas injusticias, al propio cobarde silencio. Es fundamental seguir, entender las nuevas propuestas, estéticas y técnicas, integrar a los jóvenes en los cauces que nos han permitido avanzar y, sobre todo, respetar y servir al otro. Ustedes lo merecen todo y nosotros hemos de salvar el papel de la profesión más bella del mundo. Palabra.

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