Opinión | Shikamoo, construir en positivo
Morir de éxito
Buenos días, amigas y amigos. Primera columna de junio, lo cual quiere decir que estamos muy cerca ya de un nuevo verano. Una estación que, al margen de las circunstancias de cada cual, conlleva habitualmente un cambio importante en los hábitos y modos. Para muchas personas será tiempo de vacaciones, en un largo goteo que irá in crescendo en julio y que tendrá su culminación definitiva en agosto. Llegarán los calores, el tiempo de playa y un nuevo episodio de trasiego masivo desde las zonas de vida habitual a las villas, ciudades, pueblos y lugares preferidos para el estío… Ya saben.
Mucho de lo que les cuento puede tener que ver con el título de este artículo, de la mano de un turismo exacerbado que no cabe duda de que es una de las primeras industrias del país. Pero no quiero quedarme sólo ahí: cuando hablo de «morir de éxito» no quiero referirme únicamente al fenómeno ya tratado por aquí de la masificación en las zonas de acogida en vacaciones. Me referiré también a la enorme capacidad de amplificación que tienen hoy determinados canales de comunicación antes inexistentes y a su importante impacto en las decisiones de una parte significativa de la población. Y, con todo, al bloqueo literal de determinadas posibilidades o a su indisponibilidad para los más, precisamente por ser muy demandadas. Algo más común de lo que nos parece…
¿Han visto ustedes a muchas personas naturales de Barcelona paseando por La Rambla? Yo les aseguro que hay, relativamente, muy pocas. Y que si aguzan ustedes el oído en tal lugar, no escucharán demasiado catalán, castellano o mismo el urdu o el árabe de los paquistaníes o marroquíes que viven por allí. Tendrán ustedes más posibilidades casi de estar captando una conversación en otro idioma exótico, que en los que se supone que se hablan en la zona. Y es que este y otros lugares han expulsado directamente a sus habitantes originales. O bien por lo insoportable que resultan en materia de afluencia de turismo, o por la pérdida de su esencia —¿han visitado últimamente el antes maravilloso Mercado de La Boquería? — o por sus precios. Mención aparte, por grave, resulta la cuestión relativa a la vivienda… Y es que ya son barrios enteros los que tanto en esa bella ciudad como en otras muchas partes del país han sido colonizados por pisos turísticos, sin que sea posible muchas veces alquilar o comprar. El resultado: tal expulsión, que muchas veces adquiere tintes especialmente dramáticos, cuando afecta a viviendas con renta antigua y, frecuentemente, a personas mayores o sin demasiados recursos.
Pero, como les digo, la pérdida generalizada en la calidad de vida en nuestro contexto no se produce solamente a partir del efecto del turismo o de lo relativo a la vivienda. Basta con que un influencer de moda saque una pieza hablando de las virtudes de alguno de nuestros productos de calidad, para que el mismo empiece a ser inaccesible o inalcanzable para una parte de la población. En efecto, tal fenómeno provoca una subida de precios en determinados bienes y servicios, que hace que cada vez más sea solamente una parte de nuestra sociedad la que puede llegar a ellos, cuando antes no era así. Y esto, para mí, implica un deterioro claro de nuestras condiciones de vida.
Las zonas más bellas de Galicia y otros lugares son elegidos hoy por nómadas digitales u otras personas con nivel adquisitivo alto. Y, como consecuencia, se han vuelto literalmente prohibitivos para los demás, no solamente en relación con la vivienda, sino con todo. Intenten ustedes tomar un café en un lugar frecuentado por estos nuevos residentes, y verán cómo se ha puesto su precio. Al fin y al cabo, es aquello tan básico de la oferta y la demanda. Si hay mucha de esta última y la oferta es limitada, sube el precio. Y podemos entonces hacer un remedo de Darwin cuando decía que en entornos tensionados se produce una selección que hace que sólo los más dotados —en este caso aquellos con más músculo económico de partida— sobrevivan a la larga y puedan perpetuarse. ¿Es eso lo que queremos?
Pues parece que sí porque, mientras, hemos practicado durante años políticas de salarios contenidos. El resultado, entonces, está servido: un desastre en términos de equidad y redistribución de la riqueza, que empieza a verse ya de forma muy evidente. Hace unos días, en un programa de televisión, un exsargento de la Policía de Nueva York hablaba del importe de su paga mensual como jubilado, mientras visitaba pisos de lujo millonarios en una capital española… El hombre se quedaba tan ancho explicando que le habían quedado unos 14.000 euros al mes… ¿Se dan cuenta ustedes de la brecha? Sí, ya sé que se tratará obviamente de un plan de pensiones privado, que en tales latitudes suele ir en pack con el sueldo y el seguro médico. O aún peor si ha podido pagarlo él… ¿Ven ustedes la diferencia? Uno ya no pregunta si tan astronómica cifra es bruta o neta… ¡Qué más da! Inalcanzable.
Nuestra tierra es un paraíso, visto como está el patio ahí afuera. Pero morir de éxito también es una posibilidad, cada día más tangible… Cuidemos el día a día de todos y todas, mucho más allá del glamour y del relumbrón propios de los cuentos de princesas, con criterios de sostenibilidad.
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