Opinión | Shikamoo, construir en positivo

¡Búscate un plan B!

Buenos días, queridos y queridas. Creo que no me equivoco si les cuento que son muchos los chicos y algunas menos las chicas que buscan en el fútbol su Eldorado: su forma de vida, por un lado, y el hilo conductor de su propio periplo vital. No es para menos, sobre todo en el caso de ellos: los salarios que se mueven en el mundo del balompié llegan a veces a ser astronómicos, como saben ustedes, y en otros casos más modestos sirven perfectamente también para ganarse bien la vida. Al menos por un tiempo, claro…

Es verdad que las diferencias entre ellos y ellas son hoy en día abismales. Supongo que con la consolidación paulatina de las competiciones protagonizadas por mujeres, la tendencia será a la reducción de la enorme brecha en todo lo que tiene que ver con el impacto crematístico de tal deporte reconvertido en espectáculo. ¡Vayan ustedes a saber! En cualquier caso, creo que quedan aún muchos años en que el fútbol, no sé muy bien por qué, seguirá instalado en ese pedestal lejano para cualquier otra manera de confrontación deportiva organizada. Disfrútenlo, si les gusta.

Pero hoy no quiero hablarles tanto de esa modalidad deportiva como del papel del mismo en la vida, personal e intransferible, de muchos de los chavales que pueblan nuestros centros educativos y, al mismo tiempo, los clubes. Y lo hago, fíjense, a raíz de la conversación que sostuve ayer —día en que escribí estas líneas— con un estudiante de segundo de la ESO con un buen desempeño futbolístico, ilusionado sobremanera con tal actividad y que porfía cien por cien en el mundo de tal deporte para convertirlo definitivamente en su profesión.

El caso es que hablábamos sobre el particular y, en un momento dado, le solté: «Bien, pero no te olvides de buscar un plan B». «¿Plan B?», me dijo. «¿Y para qué?». «Pues porque en el fútbol, como en casi todo pero de una manera mucho más exagerada todavía, no basta con ser bueno, con tu propio buen desempeño y tu trayectoria deportiva intachable». «¿Ah, no?». «No, de ninguna manera». «El mundo del fútbol está lleno de juguetes rotos, de jugadores tan buenos o más que tú pero que, finalmente, no se dedicaron a aquello que anhelaban, que les gustaba y con lo que pensaban podrían ser felices. A ser bueno, por supuesto factor indispensable para el éxito, hay que añadirle mucho más. Que te vea quien te tiene que ver exactamente cuando más brilles, que tengas suerte y pocos altibajos, que la vida no te obsequie con demasiados reveses en los momentos más críticos, que alguien apueste por ti una y otra vez, y que las lesiones no se ensañen contigo…». «Sí, las lesiones sí… —masculló—. Pero ¿tú crees que hace falta también todo lo demás?». «No es que yo lo crea, es que es fundamental…». «Pues hay muchos jugadores que llegan arriba y…». «Es que tú estás viendo la historia al revés». «¿Al revés?». «Claro, partes desde alguien que ha conseguido cierto hito, yendo hacia atrás en una historia de éxito pero… ¿cuántos no lo habrán logrado?». Luego nos quedamos en silencio unos segundos, hasta que el sonido del timbre nos llevó de nuevo a nuestras respectivas tareas.

No dudo de que este chico podrá conseguir esto o, quizá, otro reto que se marque. Pero hacerlo sin un plan B, sin apostar también por determinados estudios o habilidades u otras posibilidades para desarrollarse como persona, puede llegar no sólo a llevarle a una situación de bloqueo sino también a un importante grado de frustración personal. No se trata de que no vaya a llegar a ser futbolista profesional o lo que se proponga en otros ámbitos. Simplemente digo que, en un contexto en el que es difícil tal cosa, hay que tener la mente abierta a otras alternativas y nunca cercenar para siempre la posibilidad de formarse. Fíjense en que este chico, obnubilado por el fútbol, presta una muy escasa atención a sus estudios. Y eso no es una buena idea. No sólo para mantener abiertas otras posibles alternativas, lo cual es fundamental, sino para adquirir una mayor cultura y consolidar capacidades, y así crecer de forma sana como ciudadano y, a la postre, como persona adulta. Que no sólo es trabajo la vida, y hay que ir hacia adelante de otras muchas formas y maneras…

Conocí a más jugadores en su etapa escolar, alguno con un nivel de éxito importante hoy en día para su edad. Pero, lo reitero, los campos de fútbol son, sobre todo, una trituradora de sueños. Y esto es importante entenderlo, no para desanimarse o tirar la toalla, sino para afrontar la ecuación completa de la vida sin sesgos que pueden hacerle daño en un futuro a quien no tenga esto en cuenta. Creo que los propios clubes deberían insistir mucho más en todo ello…

Claro, quedaría pendiente reflexionar sobre qué es éxito y qué no, o también sobre los valores o antivalores presentes hoy en la praxis futbolística de competición, y sobre la conciliación de los mismos con una perspectiva educativa… Pero eso, amigos y amigas, será en otra ocasión…

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