Opinión
Santos Cerdán y la ortografía
El pasado viernes, mientras los alumnos de la selectividad revisaban las faltas de ortografía antes de entregar el último examen, salía a la luz un audio en el que Koldo García le pide un maletín a Santos Cerdán, exsecretario de organización del PSOE—se entiende que con dinero— y este le contesta: «Hecho». «Con H, ¿eh?», puntualiza Cerdán. «¿Echo sin h qué significa, eh?», pregunta retóricamente, y se responde a sí mismo: «Que la has tirado».
Un momento tan absurdo como brillante, solo imaginable en un guión de Torrente: la lúcida explicación de la diferencia entre hacer y echar en su forma homófona «hecho», en pleno trapicheo. Visto lo visto en los ya incontables audios del caso, este detalle resulta de lo más desconcertante.
Esa necesidad de ortografía en medio de la oscuridad, como si eso salvara la dignidad del momento. Las cosas hay que hacerlas bien, sí señor. Pero más que eso, lo que hace Santos Cerdán es un gesto sutil de autoridad en pleno fango.
En otro contexto —por ejemplo, una tertulia sobre cómo deberían puntuarse las faltas en la selectividad— coincidiría con Santos Cerdán en la importancia de la ortografía. No sé si eso debe preocuparme, pero es cierto que las faltas tienen algo de intimidad expuesta.
Son como ir desaliñado: una beige flag, una alerta soportable que no llega a red flag, pero que te distancia de esa persona, como si algo no acabara de encajar.
Pongámonos en situación: cada día coincides en la máquina de café con un compañero del departamento de al lado. Es guapo y simpático, pero no sabes nada de él y no te atreves a dar ningún paso.
Resulta que también le llamas la atención y el paso lo da él. Te escribe el siguiente mensaje: «Haber si mañana nos volvemos a encontrar». Si eres de las que no podría evitar responder «a ver», eres de las mías.
Confiesa que a partir de ese día empiezas a comprar el café en el bar de la esquina. Porque esa no parece la típica falta tipográfica que todos cometemos. No es un despiste. Sospechas que hay poca lectura, poca cultura.
Aunque eso no sea garantía de nada ni lo más importante. Hecha la ley, hecha la trampa, escribiría correctamente alguien tan poco pulcro como parece Santos Cerdán.
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