Opinión | Shikamoo, construir en positivo
Contrarrestemos el discurso de odio
Perdonen si no son ustedes de los que gustan de conmemorar causas a través del formato de los «días internacionales», pero yo sin embargo insisto en que esto es importante tanto para visibilizarlas como para producir movimientos tácticos que incidan la resolución de los problemas y cuestiones pendientes relacionados con tales temáticas. Quiero empezar así la columna de hoy porque, como habrán inferido de mis palabras, voy a dedicar este texto a algo a lo que Naciones Unidas le ha dedicado uno de estos días. Un fenómeno que está muy presente en nuestra sociedad y que, por lo que parece, va a más. Y no precisamente de forma casual, sino interesada y ligada a réditos de tipo económico o electoral, por ejemplo... Se trata de la tarea de «contrarrestar el discurso de odio», y fíjense ustedes que, precisamente, la fecha dedicada a tal menester es la de hoy mismo. En efecto, cada 18 de junio desde hace poco —2021— se celebra el «Día Internacional para contrarrestar el discurso de odio», después de que la Asamblea General de las Naciones Unidas lo estableciese así.
Pero antes de nada, déjenme que les salude. Cruzado el Rubicón de mediados del mes, nos aproximamos a un ya más que inminente solsticio de verano. Mientras, los modos y las costumbres van mudando, conforme la canícula va apoderándose de lo cotidiano. A punto de terminar el curso académico, ya se ven abarrotadas las playas y otras zonas de ocio, y nuestra sociedad va aquilatando su ritmo a la pausa que para muchos supone el estío, o al frenesí, en cambio, para todas aquellas personas que en tal estación tienen su temporada alta, a veces hasta extremos muy exigentes.
Pero, en medio de todo ese retrato de lo cotidiano, el odio sigue incubándose. Una espuma acre, ácida y lacerante que se infiltra desde los albores de la Humanidad en muchos de los discursos que, por ser articulados sin que el orador sea capaz de calzarse los zapatos de su prójimo, abundan en descalificaciones basadas en el estereotipo y el tópico, o en el ataque indiscriminado al de enfrente, muchas veces próximo al matonismo más elemental y cutre. Hay microodios, odios más profundos y verdaderos discursos de odio de apariencia bien estructurada, pero que sin embargo no resisten una mínima revisión desde el rigor y la calidad del análisis. Hay quien odia al de fuera, al que no se le parece, al que se le antoja un posible competidor y también quien odia por odiar. Por motivos identitarios, religiosos, étnicos... Pero no busquen ustedes el odio solamente en los grandes fracasos colectivos en la Historia, tales como el Holocausto nazi o las masacres en Latinoamérica o en Grandes Lagos... No. También hay odio en mucho de lo que nos acontece día a día, en lo más prosaico y cercano, y con frecuencia es el caldo en el que se cuecen a fuego lento las grandes y las pequeñas injusticias.
El discurso de odio ha existido siempre, pero siendo esta la época de la comunicación explosiva y casi inmediata, estarán ustedes de acuerdo en que el riesgo es máximo para la difusión colectiva de bulos, falacias, noticias sesgadas y otras herramientas destinadas a propalar el odio y destruir a grupos de seres humanos en relación con sus características propias, bien sean étnicas o de otra índole. Y esto nos concierne a todas y todos, ¿o no? Lo hace en tanto que ostentamos nuestra condición de ciudadanía, pero también como electores y electoras. En épocas donde las frases machaconamente repetidas parece que tienden a asumirse como ciertas, es preciso apelar a las cifras, desmontar las mentiras y ser capaces de ir a la esencia de las cosas. Pero son épocas malas para apelar a un discurso de corte filosófico y ético, que muchos de nuestros congéneres identifican con aburrido o antiguo... Y al tiempo que eso ocurre se multiplica la difusión de la mentira, del signo que sea, a veces disfrazada de otras muchas cosas...
Es evidente que son necesarios todos los esfuerzos para limitar y reducir la proliferación del discurso de odio. Las empresas tecnológicas y los medios de comunicación son actores clave en todo ello. Pero recuerden que los recientes acontecimientos en torno a las primeras, tales como criterios más laxos de publicación en redes sociales o la supresión de ciertos filtros, van a hacer mucho daño en este ámbito. Pero todos y cada uno de nosotros y nosotras también somos elementos activos en potencia, tanto con capacidad para distribuir más odio, como para contenerlo. De ahí mi propuesta y mi exhorto: Contrarrestemos el discurso de odio... Saldremos ganando todos y todas, sin duda, sea usted odiado hoy o no.
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