Opinión | Inventario de perplejidades

Sobre la única democracia

Desgraciadamente, esta vez no es un tópico. No hay palabras para describir el horrendo genocidio que está perpetrando el ejército del Estado de Israel contra la población de Gaza. Y no las hubo tampoco en 1945 cuando, una vez concluida la Segunda Guerra Mundial, se descubrió el infierno de los campos de exterminio construidos por los nazis, con una mayoría de ciudadanos europeos de ascendencia y religión judía que fueron utilizados como mano de obra esclava.

No hay palabras, insisto, para describir el dantesco espectáculo de esta nueva versión del Holocausto que está siendo transmitida en directo a todo el mundo.

Al que esto firma, le parece de extrema crueldad que los agresores reconozcan que el objetivo preferente de sus tiros (nunca mejor dicho) sean las mujeres y los niños. Lo que nos proporciona un dato siniestro sobre la profundidad del proyecto genocida. No hay palabras tampoco para explicar la tibieza —cuando no el silencio cómplice— con la que los gobiernos y las opiniones públicas respectivas nos muestran las atrocidades en los medios autotitulados como liberales.

A medida que el genocidio avanza, alimentándose con los cadáveres de los miles de asesinados, hemos vuelto a escuchar a los que justifican la conducta del ejército del Estado de Israel con el argumento idiota de que es la única democracia que puede presumir de ello rodeada como está de regímenes totalitarios que no respetan los derechos humanos. ¡Bendito cinismo! Lo del respeto a los derechos humanos, mientras los medios nos abruman con imágenes horripilantes, suena a broma macabra. Y es de parecida entidad intelectual adjudicar el calificativo de democráticos a los estados que permiten dentro de sus fronteras ciertas prácticas liberales, mientras ejercen el totalitarismo en el exterior. Es decir, demócratas de mañana y fascistas de noche. Claro que en esa lista podríamos incluir a otros estados y no solo al de Israel.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents