Opinión | Crónicas galantes

Vuelven los calzoncillos

Con los audios del torrencial trío formado por Koldo, Cerdán y Ábalos, ha vuelto a España el aroma —inconfundible— de los calzoncillos de Luis Roldán (q.e.p.d.). Aquel que fue primer director civil de la Guardia Civil allá por los años noventa.

El bueno de Roldán salió en los papeles por su costumbre de cobrar comisiones a las constructoras encargadas de modernizar las dependencias de la Benemérita. También se le encausó por sisar cientos de millones de los fondos reservados del ministerio, entre otras fechorías.

La verdadera popularidad le llegaría, sin embargo, cuando la revista Interviú publicó unas fotos en las que se veía a Roldán en calzoncillos, junto a algunas señoras o señoritas de alquiler en bragas. Lo que entonces se calificó como orgía de medio pelo es el recuerdo más notable que conserva el público de aquel momento bacanal.

Han pasado más de treinta años, pero cualquiera diría que fue ayer. Ahora afloran conversaciones de ex altos cargos del partido del Gobierno en las que los contertulios valoran el rendimiento erótico de unas chicas que, al parecer, tenían a su disposición. De una de ellas decía el exministro de Fomento que «se enrolla que te cagas». Su asesor le proponía a cambio otra que «está bien, está recién, está perfecta». Una conversación ferial, como de tratantes en ganado vacuno.

Ese diálogo parece sacado de una película de los años setenta, pero ya se ve que la España europea —o al menos, sus dirigentes— no han avanzado tanto como creíamos. La prueba está en la consideración más bien antañona que algunos mandamases tienen del pueblo español.

Obsérvese, por ejemplo, el caso de los gerifaltes de Televisión Española. Uno de ellos decidió recuperar a los ilustrados tertulianos de Sálvame para un programa de la tele pública, bajo la convicción de que a los votantes del año 2025 les encantaría seguir los chismorreos de Belén Esteban, Matamoros, Patiño y demás elenco.

Se equivocaban de pueblo, naturalmente; y al final han tenido que prescindir del espectáculo por falta de audiencia. Lo alarmante es que no lo suspendieran por ser una porquería; sino porque no atraía al número suficiente de moscas.

Quizá ocurra que los dirigentes socialdemócratas, gente en su mayoría cuarentona y cincuentona, viven aún de sus recuerdos infantiles de la tele, cuando Sálvame reinaba en las pantallas y Belén Esteban era la princesa del pueblo. Craso error.

Aquella basura electrónica se vende mucho más eficazmente ahora en las redes sociales que en la anticuada tele. Hasta hay un influencer de ultraderecha que obtuvo dos eurodiputados para su causa sin más que publicar despropósitos en la red.

El recurso un tanto desesperado a Sálvame y la vuelta a los hábitos de la España cutre y manilarga, sugiere que estamos ante un fin de ciclo en el Gobierno. Si el caso Gürtel liquidó al PP, también los calzoncillos de Roldán fueron la puntilla que le faltaba a la ya declinante era de Felipe González. Está por ver si Sánchez aguanta o no lo que le están dejando caer encima sus compañeros de viaje. Que lo eran, literalmente.

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