Opinión | El ruido y la furia
Generación Litoral
Aquellos muchachos, aquellos entusiastas muchachos que al amparo de Ignacio Sánchez Mejías se reunieron en el Ateneo de Sevilla en 1927 para conmemorar el tercer centenario de la muerte de Luis de Góngora no salieron de la nada, no surgieron, como las setas, de pronto después de una llovida. Aquellos entusiastas muchachos de lo que conocemos, quizás con nombre errado, como Generación del 27, ya se habían hecho fuertes en una revista editada en Málaga, en esta orilla del sur que habito y que me habita, de nombre maravillosamente sonoro: Litoral.
Rafael Alberti, uno de aquellos entusiastas muchachos, presumía de haber tenido mucho que ver con el nombre: «Debo recordar que yo he tenido algo que ver con él. En mi viejo soneto A un capitán de navío: ‘Por ti los litorales de frentes serpentinas’… y en muchos otros poemas posteriores empleé esta palabra con tanto éxito, que cuando en aquellos años iniciales de mi generación lanzaron la revista, la palabra que ya ondeaba desde hacía tiempo repetida en el aire, fue elegida y estampada por ellos, en lo alto de su cubierta, en bellos caracteres negros sobre un profundo azul Mediterráneo».
Seguramente por eso, Ángel Caffarena (editor, librero, cronista oficial), prefería llamar «Generación Litoral» a ese grupo de poetas «por cuanto esa revista fue el órgano que aglutinó a todos». Y sin embargo…
El otro día el ignaro ministro Urtasun presentó la Comisión Nacional para conmemorar el centenario de la Generación del 27 y, mostrando una vez más sus carencias y sus excesos, como si no fuesen suficientemente conocidas (carencias de cultura y de rigor, exceso de ignorancia y de sectarismo), se comprobó con estupor que la ciudad que amparó y los vio nacer quedaba excluida, a pesar de contar desde hace casi cuarenta años con un Centro Cultural Generación del 27, único en el mundo que abarca a todos los artistas de la Edad de Plata.
Como recordaba el otro día mi amigo Javier La Beira, una verdadera autoridad en lo referente a este grupo, «la generación del 27 no existiría —así de rotunda es la realidad: no existiría— sin la revista Ambos, Emilio Prados, Manuel Altolaguirre, José María Hinojosa, José María Souvirón, la imprenta Sur, la revista Litoral y los Suplementos de Litoral». La revista, por cierto, se sigue editando bajo la benemérita batuta de Lorenzo Saval, sobrino-nieto de Emilio Prados.
Tengo delante, mientras escribo, el primer número de Litoral, en edición facsímil. Un dibujo marinero de Manuel Ángeles Ortiz en la portada. Era noviembre de 1926. En las primeras páginas Federico García Lorca anticipa parte de su Romancero gitano, y en las siguientes publican Bergamín, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Alberti, Emilio Prados… Ahí comenzó la historia, la «Generación Litoral», que nadie lo olvide, aunque le pese.
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