Opinión | Error del sistema
Son las cinco y no he comido
Desde que García Lorca llorara a su amigo Sánchez Mejías, torero muerto de una cornada, las cinco de la tarde ha adquirido una tonalidad trágica. Hasta 29 veces se repite la hora fatídica en la elegía. Si la comparecencia de Pedro Sánchez se esperaba con alma de funeral, acabó en algo parecido a una resurrección. Eso sí, sin un ápice de alegría. El presidente se sacudió la ceniza y se esforzó en transmitir algo parecido a la normalidad. «Son las cinco y no he comido», dijo con una sonrisilla de complicidad, al cerrar abruptamente el turno de preguntas. Soy una persona normal, venía a decir, si fuera culpable no tendría apetito. Vayámonos a comer y no pensemos en tragedias.
En ese momento, muchos de los que temen un gobierno PP-Vox suspiraron con una tranquilidad tan ansiada como incómoda. Patada hacia delante. Aguantar hasta que llegue un otoño negro para el PP: más de veinte causas abiertas por corrupción pendientes de sentencia. Resistir y cruzar los dedos. Que la corrupción no alcance la financiación del PSOE y que la desafección no engulla a su base electoral.
La derecha y la ultraderecha insisten en retratar a España al borde de una dictadura, y a su presidente, como un tirano. La caricatura no aguanta un análisis mínimamente serio, pero algo es innegable: Sánchez sabe pelear en su terreno. Él no caerá como António Costa, el presidente portugués que dimitió al verse envuelto en un caso de corrupción que después se ha diluido. Si los autoritarios utilizan el miedo y la división para ganar poder, Sánchez sabe manejar esas armas. Si destilan cinismo, él también puede exhibirlo. Si hay que retorcer la ética… El líder del PSOE dirá que lucha por defender un gobierno progresista y sus medidas sociales en un escenario global hostil. ¿Se puede defender así la democracia? ¿Resistir contra viento, marea, escombros de naufragios y un puñado de cadáveres es la salvación o el harakiri ideológico de la izquierda? Desde una perspectiva moral suena a elegía. Pero son las cinco, y Sánchez tiene hambre.
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