La Opinión de A Coruña

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Joan Tapia

Nuestro mundo es el mundo

Joan Tapia

La polarización infla a Vox

Llevo tiempo diciendo que la excesiva polarización de esta legislatura está dañando la confianza de la opinión pública en la democracia. Y perjudicando tanto al PSOE como al PP. En democracia, la voluntad de alternancia —la saludable higiene política— no debe conllevar el rechazo de algún acuerdo entre los grandes partidos. No se trata de que no se ataquen —la democracia es también lucha por el poder—, sino que asuman que los conflictos, por profundos que sean, no deben llevar a la extrema polarización, al odio en los discursos y a la ausencia de algunos consensos. Y la Constitución obliga, en asuntos relevantes, a pactos de los dos grandes partidos.

Cierto que la subida de la polarización es un signo de los tiempos. Solo hay que ver la América de Trump. Pero España es una democracia sin mucha tradición, tuvimos una terrible guerra interna y una larga dictadura. Y somos un país mediano que no puede ignorar los grandes consensos europeos, donde las dos grandes fuerzas —populares y socialistas— luchan por el poder, y al mismo tiempo, llegan a acuerdos. Una Europa de 27 estados necesita decisiones que superen fronteras ideológicas.

En España los últimos años —no nos perdamos buscando el origen o los culpables— no solo los mínimos consensos han sido imposibles, sino que estamos en una espiral autoalimentada de crispación que fatiga, por ser suaves, a la gran mayoría y puede malograr los éxitos de la Transición.

¿Quién sale ganando de esta tan desenfrenada polarización? LA OPINIÓN publicó esta semana su encuesta trimestral y los resultados son alarmantes. El sondeo se realizó tras la manifestación del PP de Madrid, la imputación del fiscal general y en plena explosión del caso Cerdán, que hunde la credibilidad de Sánchez. La conclusión es que el frentismo del PSOE y del PP a lo largo de la legislatura no ha beneficiado a ninguno de los dos, pues no consiguen ni mantener sus resultados —ya no brillantes— de las elecciones del 23. El único ganador es Vox.

El PSOE alardea de buenos datos económicos, en Catalunya ya no hay mayoría independentista y Salvador Illa preside la Generalitat con seny. Un dato: Felipe VI viene a Catalunya con una normalidad que no se veía en muchos años. Pero la cerrazón ideológica de Sánchez —dice que a su derecha solo existe la derecha reaccionaria que no merece ningún respeto— y los escándalos de corrupción —confirmados por la UCO en el caso Cerdán— castigan su estimación de voto. Bajaría del 31,3% del 2023 al 27%, 4,3 puntos menos. Y de 121 escaños a un máximo de 116. Cinco o siete diputados menos. A Sánchez le pasan factura sus alardes de superioridad moral, junto al ruido de escándalos y el caso Cerdán.

Pero lo peligroso para la democracia es que la caída del PSOE —que podría ir a más— no parece ayudar al PP ni a nadie centrado. El PP bajaría del 32,7% del 2023 al 30,5% de los votos, menos que el PSOE en 2023, y perdería de 2 a 4 diputados. Tellado acusa al Gobierno de ser una organización criminal, pero los excesos no rinden.

El PSOE baja más que el PP y no podría mantenerse en el poder porque Sumar y Podemos —divididos— se hunden. Y quien sube con fuerza es Vox que pasaría del 12,3% al 16% del voto y de 33 diputados a 57 o 61. Casi doblaría escaños, en parte porque sería la tercera fuerza en más provincias que en 2023, por el desastre de Sumar.

Y hay algo más de fondo que el voto. Tanto Sánchez como Feijóo están en sus mínimos de esta legislatura cuando se pregunta sobre las preferencias como futuro presidente del Gobierno. Por el contrario, Abascal supera a Yolanda Díaz y los que dicen que le preferirían de presidente saltan del 6,7% en febrero del 24 al 11,6%.

Para Sánchez continuar la legislatura —parece empeñado— sería un calvario, pero —si la tendencia continua— para Feijóo tampoco augura nada bueno. Ganaría bajando respecto a las elecciones de 2023, con un Abascal crecido —en una Europa en la que sus aliados suben— y sin otra opción que gobernar con un partido como Vox. Algo que en los últimos meses han rechazado los partidos del PP europeo en Alemania, Austria y Polonia.

La legislatura está periclitando, pero Sánchez y Feijóo deberían rebobinar. Si siguen igual llevarán a España a una peligrosa encrucijada. ¿Están aún a tiempo de evitarlo?

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