Opinión | Error del sistema
El precio del mal menor
¿Cuestión de confianza? ¿Elecciones anticipadas? ¿Dimisión? Estos días es difícil tener una opinión rocosa. Ni siquiera es un combate entre emoción y razón, ambas andan embrolladas. Leer opiniones contundentes fundamentadas en la ética reconforta y orienta. Esto tiene que acabarse, piensas. Hasta que aparece otro punto de vista. Eva Nasarre, la mujer que hace décadas nos enseñó aerobic y que ahora, con una enfermedad degenerativa, es activista por la dependencia, escribió en X: «No quiero un adelanto de elecciones. Lo que viene no me gusta. Más recortes, más privatización de servicios esenciales, menos políticas sociales y retroceso en libertades». Es un tuit sencillo. Las palabras justas para recibir una bofetada de realidad y reconocer que, a veces, la exhibición de la ética también es una forma de privilegio.
La llamada de Gabriel Rufián animando a la izquierda a «aprovechar el tiempo que quede para avanzar» tiene el sabor amargo de la retirada, pero el pragmatismo que tantos necesitan. En tiempo de descuento, tratar de ampliar el paraguas social. El objetivo es bello, el camino será feísimo. Ese PP que ahora tanto gesticula, también va a vivir su particular vía crucis: se enfrenta a más de 20 juicios por corrupción. Y Vox se relame. Ahí está la última encuesta del GESOP publicada por este diario. Apenas había empezado el calvario socialista y la ultraderecha ya se estaba anotando un nuevo récord.
Si el Gobierno opta por aguantar, ¿qué va a quedar después de tanto desgaste? Aunque se produzca el milagro de circunscribir la corrupción a un puñado de despreciables que se llenaron los bolsillos, ha desaparecido todo lo que convirtió a Pedro Sánchez en una propuesta ilusionante. En este aciago tercer mandato, su principal virtud ha sido presentarse como un mal menor. El reverso de un PP y Vox que el socialista vende como una unidad ultraderechista y corrupta. Fatídico relato cuando la UCO entra en escena.
Con el desconcierto, hay cierto sector del socialismo que sueña con revivir, ese que se ha dedicado a torpedear a Sánchez y que nunca ha superado el trauma de perder las llaves del partido. Pero redención no rima con naftalina. Ellos ya demostraron su incapacidad para leer la realidad de la ciudadanía y defenderla. En la llamada izquierda alternativa cunde la desorientación o la embestida. Cuando no carga contra la ultraderecha es contra la élite y, si no, contra los socialistas. Quizá funciona como táctica partidista, pero como perspectiva alentadora es un asco.
La democracia española cumple 50 años. Nació de un pacto de renuncias y sacrificios, también de esperanza y valentía. El miedo y las dificultades eran muchas. Hoy, la democracia está amenazada, y no es una frase hecha. Utilizar el argumento del mal menor como coartada moral solo la debilita. Poblarla de trincheras, reducir el lenguaje a arengas belicosas y presentar el desaliento como único horizonte es lo más parecido a entregarla. Rendirse no es una opción. Valentía, esperanza y renuncias, la receta está escrita.
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