Opinión

àlex sàlmon

¿Aznar no era un hombre de Estado?

Los estados democráticos precisan de hombres de Estado. Dirigentes que antepongan los intereses generales a los particulares. Políticos dispuestos a salirse de los objetivos que sus organizaciones imponen para disponer de toda la fuerza de cara a consolidar la idea institucional de un Estado. Las democracias, las fuertes, tienen muy instalados estos conceptos en sus ADN. Va en el pack. No es posible el cortocircuito. Pero los tiempos que nos han tocado vivir van en contra de todo ello. Lo vemos a diario. Y es fácil destruirlo todo. Con el gran volumen de información de la que dispone el ciudadano y con la cantidad de rumores mentirosos que revolotean por lo cotidiano es fácil caer ante suposiciones jocosas que se convierten en comentario real, aunque no tenga soporte factual. Y si no hay verdad en los hechos, ¿quién aguanta esto?

Suponer que los listos de la banda del Peugeot, los Santos, Ábalos y Koldo, hicieran trampas estúpidas con la urna que tenían al lado y quisieran meter dos veces sus papeletas para que ganara su candidato a las primarias del PSOE y que eso signifique el apaño de aquellas elecciones, es una elucubración de mala fe, pero que podría tener un recorrido de veracidad en un 1%. Es difícil, pero a saber. Lo delicado, y que abre las puertas al delirio político, es que esta acción sea utilizada por el que fuera presidente de este país durante ocho años (1996-2004), José María Aznar, para introducir aromas de sospecha sobre las últimas elecciones. Declaró Aznar: «Si uno es capaz de adulterar unas elecciones internas en su partido, ¿por qué no va a alterar unas generales?».

Tiene tanto de panoli como de irresponsable. La candidez de sus palabras asusta y son muy perjudiciales. A los expresidentes solo se les debe exigir que sean defensores de la institución y, por supuesto, no boicotear el sentido de Estado al que antes nos referíamos. Sus declaraciones van en contra de él mismo. Si uno de los mismos que ha utilizado el juego democrático duda de él, ¿qué se puede pensar de todo? El daño es profundo, aunque las palabras se las pueda llevar una tormenta.

De hecho, la borrasca en la que está sumergido el Gobierno de Pedro Sánchez y el PSOE al completo no precisaba de un ataque así. No era necesario. Si José María Aznar quería demoler con su afinada voz los cimientos muy deteriorados de los socialistas, la estrategia es muy equivocada. Tendrá un efecto boomerang que perjudicará el ideal institucional del PP. Y no parece Aznar muy amigo de las estrategias trumpistas, que él mismo ha criticado en alguna ocasión. ¿O ha cambiado de opinión, debido a la presión que teme que ejerza Vox sobre la familia popular?

Dudar ante la democracia no beneficia a los que la consideran la mejor forma de convivencia política. La frase vulgar es que «meó fuera del tiesto». Suena improcedente para los que jugamos siempre en el campo del respeto. Pero, en estos casos, no se me ocurre algo más idóneo. Los hombres de Estado que la Historia recuerda no juegan como lo hizo Aznar.

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