Opinión | Shikamoo, construir en positivo
Divertirse sin ensuciar, ¿no?
¿Qué tal están, queridos y queridas? Espero que la magia depurativa del fuego les haya hecho bien en esta nueva edición del San Xoán, y que todos los deseos depositados por ustedes en el ritual de la quema del ramo les sean otorgados. Y ya puestos a pedir, ojalá que superado ya el trámite del solsticio y de la quema, el resto del verano que hoy se nos presenta flamante les siente estupendamente.
Y, hablando del San Xoán, la verdad es que no deja de sorprenderme el volumen que ha adquirido con los años en A Coruña aquello que algún día fueron las lumeiradas, y que se ha ido convirtiendo, poco a poco, en un acontecimiento verdaderamente multitudinario y con nombre propio. Un reclamo que empieza a tener sus incondicionales, incluso venidos de fuera. Sí, sorprende visto con los ojos de hace unas décadas... Entonces era algo sencillo, espontáneo, más de chavales que de grandes eventos organizados pero... el paso del tiempo lo ha encumbrado hasta el infinito... ¿No les parece a ustedes así?
No me parece mal que las personas, y particularmente las más jóvenes, se junten en semejante número al lado del mar en su sentido homenaje al fuego y al verano, a la amistad y a la camaradería. Y, cómo no por estas latitudes, en torno también a algo bueno que comer, ejemplificado en estos días en la sempiterna sardina, que ahora alcanza sus cotas de excelencia máximas. Sin embargo, ya intuirán que yo prefiera un ambiente infinitamente más tranquilo, sin algarabía ni alboroto. Y, como resultado de tal ecuación, lo que salió fue tomar también las sardinas con algunos amigos y familia en casa, en torno a la mesa y una pequeña barbacoa. Sin grandes montajes ni expectativas, abundando en la excelencia de la sencillez de las cosas...
Pero ya saben que en la diversidad está el gusto y, reitero, también las grandes citas —para quien las quiera— están fenomenal. ¿Que se juntan varias decenas de miles de personas en torno a este mágico día? ¡Pues fantástico! Eso sí, lo que ya no me parece tan bien es lo tocante a la consecuencia de tan magna noche en términos de acumulación de basura. Y eso aunque papá Estado —en su faceta, en este caso, de Administración Local— nos saque las castañas del fuego con un despliegue impresionante y verdaderamente caro, pero eficiente y rápido.
Pero habría alternativas... Y es que... ¿no podrían los intervinientes en la macrofarra colectiva aportar su granito de arena y llevar al contenedor o para casa los restos de su pantagruélica cena? No diré ya lo relativo a cenizas y maderas parcialmente quemadas, que es complicado. Pero hombre, soy de los que creen que cada bolsa de basura en la arena nos hace perder un poquito más la esperanza en la existencia de un proyecto de vida verdaderamente colectivo. Y es que si usted, su amigo o su prima tienen brazos para acarrear a la arena bebidas, comida y el conjunto de adminículos que estimen convenientes para la cuestión del San Juan, ¿no podrían también volver a llevarlos de vuelta?
Yo les aseguro que en casa el jardín quedó inmaculado tras el pequeño despliegue de esta noche a la que aludo. Y, si en casa parece lógico hacerlo así, ¿por qué no va a ser de igual guisa, o incluso mejor aún, en un espacio que nos pertenece y concierne a todos y a todas? Lo siento, pero ver cómo las personas van abandonando la playa a primera hora mientras su basura permanece tirada en el arenal me da mucha pena. Y lo peor es que son muchas, pero muchas, las personas que no se comportan así. Que lo que queda en la playa —este año nada más y nada menos que cuarenta y cuatro toneladas de basura, trece menos que el año pasado— es aportado sólo por una parte de quien allí se divirtió. ¿De verdad no se podría hacer de otra manera?
En fin... Que diversión sí, dentro del respeto absoluto que todos y todas nos debemos. Pero diversión no es igual a basura. La propiedad privada sigue existiendo sobre las raspas, los botes vacíos de bebidas y los restos de todo tipo, y si uno fue el que los aportó al arenal con el objetivo de ejercer absoluto dominio sobre los mismos cuando aún tenían todo su potencial y atractivo, lo mismo tendría que ocurrir cuando dichos elementos ya han sido objeto de consumo, y sólo quedan sus ruinas. Siguen siendo de quien los llevó, que tendría que aplicarse en la tarea de depositarlos en los lugares adecuados para su procesamiento, como restos variados que son.
Ojalá, fruto de una buena intervención educativa y una mejor conciencia ciudadana, leamos algún día que se llevó a cabo un evento de estas características en Riazor, Orzán y Matadero y que, al terminar, había aún menos basura en la playa —ninguna— que antes de haberse producido. Exceptuando, como ya hemos apuntado, aquellos materiales que, por su naturaleza, hayan de ser limpiados con maquinaria especializada y de forma profesional. Así sea...
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