Opinión | Nada es lo que parece

Los wasaps, estrellas de la política

Por activa o por pasiva, las noticias que llenan estos días las portadas digitales y de papel proceden en última instancia de un wasap, un texto pensado para un contexto de comunicación que en el siglo XX llamábamos interpersonal pero que, ahora, al tener una base digital, puede convertirse en comunicación pública, en comunicación política. Dos mundos que durante siglos consideramos que eran distintos e infranqueables, ahora forman parte de una única conversación con palabras totalmente descontextualizadas y con las que el filtrador, en cada caso, puede manipular el sentido de lo que ahí quedó escrito. Es evidente que las palabras de Rutte haciendo la pelota a Trump por sus logros en materia de incremento del gasto de defensa de los socios europeos tuvieron un antes y un después y nunca sabremos hasta qué punto el presidente las ha entrecortado para servir a sus intereses en la cumbre. De la misma manera, el surtido de lo que Koldo entregó a la UCO esconde seguramente muchas otras conversaciones que le inculparían más o que dejarían entrever otras interacciones con los que presenta como sus socios.

El impacto que tienen estos mensajes en la opinión pública no tiene tanto que ver con la tecnología que utilizan sino con la mentalidad de nuestra época. La revelación de los wasaps es síntoma de transparencia y de autenticidad, dos valores en alza en nuestras sociedades. Los textos se nos antojan auténticos, escritos fuera del foco de los escenarios y por ello se interpretan como un gesto de transparencia aunque sea forzada. El wasap se supone que es un espacio de comunicación sin ni una pizca de postureo, una de las bestias negras de la mentalidad actual. A mucha gente le gusta Trump porque no se somete a las reglas de la diplomacia internacional que consideran la esencia del cinismo político. Lo que queda por demostrar es que un mundo transparente y rebosante de autenticidad sea mejor. Berger y Luckman dijeron en su momento que la convivencia es imposible sin un mínimo de hipocresía.

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