Trump nos mira

Sabemos que Trump forma parte de nuestras vidas. Tiene la capacidad de juguetear con conflictos bélicos, zarandear la economía mundial, contribuir a que el planeta ahonde en su deriva medioambiental suicida y, sobre todo, dar alas al autoritarismo. Las noticias nos muestran de forma reiterada ese rostro que exhibe desafiante e inflexible. De lo que quizá no somos tan conscientes es de hasta qué punto puede invadir nuestra existencia. Lo ocurrido con el fiscal Karim Khan del Tribunal Penal Internacional (TPI) es todo un aviso.

El enfrentamiento ya suma algunos meses. En febrero pasado, una de las primeras decisiones de Trump fue imponer sanciones al TPI por haber emitido una orden de arresto contra Netanyahu. La misión del tribunal es juzgar a personas acusadas de cometer crímenes de genocidio, guerra, agresión y lesa humanidad: la sospecha de que Israel estuviera cometiendo crímenes de guerra en Gaza era firme. Cabe recordar que EEUU no es uno de los 125 estados que forman parte del TPI, siempre ha temido la posibilidad de que ciudadanos estadounidenses puedan ser procesados por el tribunal, especialmente por su comportamiento en situaciones de conflicto. El paquete de castigo de Trump a los trabajadores implicados en la orden de arresto de Netanyahu incluía congelar las propiedades o los bienes que tuvieran en EEUU. En su centro de mira estaba el fiscal jefe Karim Khan.

La orden ejecutiva de Trump impedía a las empresas estadounidenses prestar servicios al fiscal. Microsoft cumplió la orden con celeridad y desactivó la cuenta de correo electrónico de Khan. Por un instante, apartemos de nuestro foco a los conflictos que creemos ajenos y miremos, simplemente, a nuestras pantallas. A esa tecnología que forma parte de nuestra vida personal y profesional. A esos millones de datos de empresas privadas y públicas que transitan a través de las grandes tecnológicas con sede en EEUU. Una inmensidad de información susceptible de ser convertida en un arma política. Basta con una sola orden de Trump…

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