Opinión | Shikamoo, construir en positivo

Orgullo y compromiso

¡Buenos días! Pues ya es 28 de junio, queridos y queridas, y el mes da sus últimos coletazos. Dicen que, cuando esto lean, estaremos inmersos en una ola de calor, que espero que les sea leve. Y ya les adelanto que seguro que para mí no. Todo lo contrario... Al fin y al cabo uno, como buen «rapazolo atlántico» es de fresquito y de temperaturas moderadas o, directamente, bajas. Y, con tales mimbres, les aseguro que el verano puede llegar a ser un suplicio.

Y en esta fecha supongo que no hace falta que les diga que el mundo se fija, en particular, en la reivindicación de los derechos de las personas LGTBIQ+. O, lo que es lo mismo, en todo lo que es diferente de la heteronormatividad que tantas y tantas veces se ha impuesto como lo único posible, existente y decente. Y es que cuánto sufrimiento, amigos y amigas, ha habido y sigue estando presente en relación con estas cuestiones. Una realidad que, afortunadamente y merced a mucho trabajo tantas veces anónimo de personas valientes y comprometidas, es hoy diferente aquí.

Pero este año, más allá del 28 de junio y del habitual y necesario mensaje de inclusividad en estos días, está también muy presente otra celebración importante. Y esta es la de los veinte años de la Ley del Matrimonio Igualitario, en la que nuestro país ha sido pionero y referente. Una apuesta personal del que fue presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, y que no podemos dejar de reconocer, agradecer y recordar. Y... ¿saben por qué? Porque se hayan casado ustedes o no a partir de este desarrollo normativo, mantengan ustedes una relación de pareja con alguien de su mismo sexo o no, sean ustedes solteros, casados, viudos, prometidos o arrimados, esta ley ha hecho de España un país más justo, que reconoce la realidad y que provee de derechos a quienes durante tanto tiempo no han podido ejercerlos.

La Ley de Matrimonio Igualitario se dibujó de una manera muy inteligente en su formulación, de forma que con una simple ampliación del concepto de matrimonio se incluyó a las parejas del mismo sexo en el resto de la normativa, tanto en materia de adopción, como de sucesiones o en cualquier otro ámbito. No hubo que modificar nada más. Y es que el matrimonio, en su acepción de contrato entre personas libres para formular un proyecto de vida en común, debe recoger todas las situaciones posibles aunque, como palabra polisémica que es, tenga otros respetables significados. El matrimonio como contrato civil igualitario sumó derechos, y no se los restó a nadie. Lo puede usted usar o no, pero no implicó un menoscabo para persona alguna. Simplemente, adaptó la esfera jurídica de los particulares a una realidad que lleva existiendo desde mucho antes que usted y yo.

Yo me casé gracias a la Ley de Matrimonio Igualitario, precisamente en los albores de la misma, y sigo felizmente casado hoy. No le pedíamos entonces al Estado que nos regalase amor, que ya lo poníamos nosotros, o un proyecto de vida en común, de pareja. Lo que reivindicábamos era poder optar por hacer la declaración de la Renta de forma conjunta, o que la cuestión sucesoria en caso de fallecimiento de uno de nosotros fuese clara. La Ley nos trajo todo eso, y esto es lo importante. Por eso es de recibo agradecer hoy a sus promotores su trabajo, su implicación y su contribución. España fue mejor desde ese día, porque un país no deja de ser más que el conjunto de posibilidades, derechos y deberes de su ciudadanía. Un país que discrimina siempre es más imperfecto que el que permite, dentro del escrupuloso respeto que todos nos debemos, ampliar esa esfera jurídica del particular a la que antes me refería.

No todo el mundo vio esto así desde el principio. Cincuenta diputados y diputadas presentaron un recurso ante el Tribunal Constitucional, a veces —y lo sé de primera mano— más como estrategia electoral y de desgaste que como algo querido y deseado. Nosotros, el que es mi marido desde hace veinte años y yo, tuvimos miedo que la mera admisión a trámite de tal recurso supusiese la suspensión cautelar de la Ley, y eso fue lo que nos movió a actuar con celeridad para que, si eso ocurría, nosotros hubiésemos dado el paso ya. Y como no se pueden retrotraer derechos, quedar al menos en un limbo... Por eso creo que fuimos la primera pareja en el Concello de A Coruña que dio el paso, de la mano de la entonces teniente de alcalde Mar Barcón, un bonito 1 de octubre de 2005. Lo hicimos por amor, por supuesto, por mucho amor... Pero también por compromiso personal con una reivindicación justa y para aprovechar tal ventana de cordura, por si la oscuridad volvía a envolver nuestras posibilidades futuras... Fueron entonces muchos los medios que nos contactaron para publicar una fotografía de boda que nunca existió, porque ni somos parte de la crónica rosa ni somos importantes ni famosos. Pero sí que es importante explicar el enfoque de derechos, y más en estos tiempos líquidos y convulsos, en los que a veces parece que se pueda opinar de todo, incluyendo lo que afecta a los derechos humanos. O que todo valga para la polarización social. Pero no, el relativismo moral no puede existir en lo que atañe a los derechos más elementales de las personas: vivimos en un país donde un blanco y un negro, una mujer y un hombre y un gay y un heterosexual valen lo mismo, tienen los mismos derechos y donde es fundamental no cejar en el empeño de seguir en tal línea, como el mejor pasaporte de futuro de nuestros hijos.

Feliz 28 de junio, Día del Orgullo LGTBIQ+. Feliz veinte aniversario, el 30 de junio, de la aprobación del matrimonio igualitario, con efectos del 3 de julio de 2005. Gracias, gracias, gracias.

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