Opinión | 360 grados

Las divisiones en el seno de la UE saltan a la vista

Las divisiones en el seno de la UE en relación con Israel y Rusia saltan a la vista: no pueden ya ocultarse por mucho que los dirigentes se esfuercen en mostrar de cara a la galería una unidad que no existe.

Volvió a suceder en la cumbre de esta semana en la capital comunitaria, donde ni siquiera se logró consenso en un tema que tanto parece preocupar a todos: la guerra de Ucrania y la relación con la Rusia de Putin. Así no pudo aprobarse, por mucho que insistieron bálticos, nórdicos, Alemania y el Reino Unido, entre otros, un nuevo paquete de sanciones a Rusia: el que hace el número dieciocho.

Los dos «chicos malos» del club, los primeros ministros de Eslovaquia y Hungría, se opusieron. El eslovaco Robert Rico dijo que no daría su aprobación hasta que se le garantizase el abastecimiento de gas natural, para el que depende de Rusia. Y el húngaro Viktor Orbán le aseguró su apoyo.

En la Alemania del canciller Friedrich Merz se estudia la posibilidad legal de aplicar futuras sanciones a Rusia por simple mayoría en lugar de la requerida unanimidad actual.

Quien cree, sin embargo, que eslovacos y húngaros fueran en ese caso a doblar el espinazo parece desconocer la resistencia a la que no sólo en esos dos países se percibe cada vez más como excesiva dominación centralista de Bruselas.

Sí hubo unanimidad en cambio en la condena de los últimos bombardeos rusos sobre infraestructuras civiles en Ucrania, en la exigencia a Moscú de que acepte un inmediato alto el fuego y en seguir armando a Ucrania.

Pero hubo también división en un tema tan trascendental para la credibilidad de la Unión Europea en el resto del mundo como es su relación con Israel.

Los dirigentes acordaron pedir a Israel que garantice que los palestinos de Gaza reciben la necesaria ayuda humanitaria a la vez que exigieron a Hamás la liberación de los rehenes aún en su poder.

Pero ni siquiera las noticias cada vez más alarmantes de cómo las fuerzas armadas sionistas disparan indiscriminadamente y adrede contra los palestinos que acuden desesperados a los centros de distribución de alimentos convencen a Alemania de que haya que suspender el acuerdo de asociación UE-Israel.

Mientras que España e Irlanda exigen que Bruselas dé con urgencia ese paso, el Gobierno de Berlín se opone: no parece reconocer violaciones de los derechos humanos suficientes que lo justifiquen.

El reconocimiento por Berlín de la «seguridad de Israel como razón de Estado alemana» es capaz de justificar los peores crímenes de un Estado genocida como lo fue en su día la Alemania hitleriana. Y además esta vez, a ojos del mundo. Da realmente asco.

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