Opinión | Shikamoo, construir en positivo

7 de julio... San Fermín

Tengan ustedes un muy buen día, queridos y queridas. ¿Se han dado cuenta de que la industria de las actividades veraniegas a modo de reclamo en nuestros pueblos y ciudades ha ido ampliando su oferta hasta extremos un tanto extraños? He visto ya mercados medievales en polígonos industriales o en paseos a lo largo de una playa sin ningún vestigio ni vínculo con tal época. Y esto, que no es malo de por sí, no deja de sorprenderme en cuanto llega el estío, porque sí que creo que devalúa un poco la potencia de tal tipo de evento precisamente en lo que pretende ser: un reclamo o atractor de visitantes. ¿No les parece así?

Pero si hay un reclamo claro a nivel internacional en estos primeros días de julio, este es el San Fermín, que mañana mismo volverá a comenzar oficialmente tras producirse el tradicional chupinazo. Una fiesta que hace mucho tiempo sobrepasó con creces las fronteras de Navarra o del país para seducir a visitantes llegados de todo el mundo, ávidos de sensaciones adrenalínicas, de muchedumbre y de diferentes modos y maneras respecto a los de sus lugares de origen. Para ellos todo y que lo disfruten, desde mi personal punto de vista, pero ¡viva la diversidad!: se trata de que cada uno o cada una participe y esté a gusto precisamente en aquello que sea de su agrado. Y si el consolidado reclamo turístico que termina cada año con el Pobre de mí enciende pasiones, fenomenal. De eso se trata, no de que todos y todas vayamos a una como los borregos...

Tiene sin embargo tal fiesta una arista para mí mucho más delicada. Y es la referente, amigos y amigas, a lo que tiene que ver con la tauromaquia, con la aún llamada por muchos «Fiesta nacional», apelativo que creo queda un poco grande visto el impacto real de tal actividad en el conjunto de nuestro territorio, a pesar de haber sido declarada Patrimonio Cultural español. Y es que el San Fermín, los toros y los encierros son todo uno. Y por ahí sí que yo encuentro razones objetivas, más allá del interés o gusto de cada cual, para cuestionar tal propuesta... Aún así, creyendo en el diálogo y el poder de los consensos, trato de ver cómo conciliar el arte que se reivindica en el mundo del toro y del toreo, del que no dudo como construcción teórica, con los estándares exigidos hoy en lo tocante al maltrato animal. Y no sé qué solución puede haber...

De entrada, creo que el mundo de las corridas de toros o de los espectáculos con animales del tipo de los encierros no son viables desde la óptica de hoy. Alguno me acusará de pertenecer a la cultura woke o me explicará pacientemente que tales animales son mimados desde su nacimiento hasta el momento de morir. Vale. Pero, sin embargo, creo que no es posible apelar a la tradición —como otros argumentarán— para sostener actividades que sí entiendo que vulneran claramente un mínimo código ético de buen trato a los animales. Oigan, también se jugaban partidos de pelota con cabezas de enemigos, o se normalizaba la esclavitud, y ya hemos caído todos en que todo eso no está bien aún siendo tradicional en un momento dado en diferentes pueblos y culturas...

Para mí el nudo gordiano de la cuestión está en que los animales merecen respeto, y terminar matándolos de forma cruenta como parte de un espectáculo para el disfrute dista mucho del mínimo umbral posible en lo relativo a tal valor. Tal respeto al animal está por encima del respeto a la diversidad al que antes aludíamos, y aquí falla tal respeto, tanto con el toro como con la sensibilidad de las personas. Creo que el mundo del toro, y esta es una opinión personal que expreso en una columna precisamente en la que vierto mis puntos de vista y no otros, falla en tanto que a la postre propugna un modelo de espectáculo, arte y diversión, vinculado a una forma de maltrato al animal que culmina en muerte, donde se pierde necesariamente el respeto al mismo haciéndolo objeto de un cruel divertimento que no tiene objeto en el siglo XXI. Probablemente usted no diga lo mismo, y está bien. Pero esta es la base para entenderse: confrontar las ideas, tesis y antítesis, llegar a su síntesis cuando es posible, y volver a empezar tal ciclo para tratar de sacar lo mejor de nosotros mismos como sociedad.

¿Le gusta la tauromaquia? ¿Iría usted a correr un encierro al San Fermín? ¿Irá este año? ¿Es usted uno de los incondicionales de tal fiesta? ¿Le mola a usted el barullo y el griterío, o prefiere mucha más paz? ¿Y es de sensaciones fuertes, o prefiere la contención y el sosiego? Bueno, ya me contarán... En cualquier caso cuídense, no se derritan con estos días tórridos y... salud y que siga corriendo el verano...

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