Opinión | Shikamoo, construir en positivo
Del ser, el estar y el parecer
La Ontología es la ciencia del ser en tanto que ser. Es, consecuentemente, la parte de la Filosofía que trata del ser en tanto que su esencia, de lo que este es una vez despojado de sus capas menos definitorias. Una disciplina cultivada desde la antigüedad, y en la que Aristóteles nos dejó un gran legado desde el siglo IV a.C. Y es que su «Metafísica» conforma todo un tratado de primer orden sobre tal ser, tan vigente hoy como hace veinticinco siglos. Vendría bien reflexionar mucho más y mejor, concienzuda y colectivamente, sobre gran parte de las cuestiones que el Estagirita propone. Y, ¿saben por qué? Porque las mismas pueden ayudarnos también a dilucidar aspectos prácticos —no solo teóricos— que nos interpelan y abruman, y que atañen a nuestra propia existencia individual y como grupo.
La cultura de hoy hace tiempo que se tornó en algo más del parecer que del ser. Del estar, claro, pero sobre todo pareciendo. Si no pareces —y algunos nos apuntamos a relativizar tal anhelo— muchas veces pueda parecer que no estás, o incluso que no eres. Algo que, como les digo, a mí no me preocupa sobremanera, o que incluso llega a darme exactamente igual, pero que es la base de muchos dramas personales posmodernos, que a algunos individuos les acaba llevando a un comportamiento autolítico. Y más en los períodos donde se es más vulnerable, como en el de la adolescencia, donde el no ser aceptado por el grupo, el no ser popular en él, que no te contesten a un mensaje o que hagan un absoluto vacío a tu alrededor puede llevar, como factor desencadenante sobre una situación carencial previa, al peor de los avernos... Sí, para muchas personas el parecer llega a ponerse por delante del ser, y esto termina por lastimarles. Terrible. Y es que el parecer es el verbo más conjugado en la cultura del envoltorio, donde el oropel —tan presente en nuestra sociedad— eclipsa o incluso sustituye al contenido, que muchas veces ya no es el foco...
El problema es cuando tal impostura —no deja de serlo ya el anteponer el cómo al qué— pasa de la esfera privada a la colectiva, reemplazando el relato —lo que se cuenta— a los hechos y las acciones concretas acaecidos —lo que es—. Pero además con una perversa vuelta de tuerca más, de la mano de una posverdad manifiesta que tiene menos de verdad que la mentira… Es entonces cuando el discurso se hace tan fluido y líquido, incluso gaseoso, que pierde cualquier conexión con la objetividad. Y entonces el parecer sí que gana definitivamente al ser, y juzgamos por lo que parece, y recuerden que todo puede parecer, sea verdad o no.
Antes el problema era que el papel lo aguantaba todo, y era grave, pero… ¿saben ustedes que hoy es más que posible y fácil con una aplicación gratuita tirarles a ustedes por un barranco en un video impecable, después de decir unas palabras de despedida con su propia voz, para desesperación de sus seres queridos, sin que nada de eso haya acontecido nunca? Estamos perdidos, porque si de partida se da más cancha a lo que parece que lo que es, más el actual advenimiento de una inteligencia artificial que puede modelar cualquier registro multimedia en el sentido que queramos o, peor, que no queramos, el concepto de verdad se torna definitivamente fluido, adaptable al discurso de cada cual. La verdad revelada, que no la vivida, deja de ser cierta. Deja de estar ligada al ser.
La praxis política partidaria y partidista actual ha venido jugando a identificar la realidad con lo que parece, con lo que nos cuentan, desde hace bastantes años… Y ahora, con un paradigma donde lo que parece llega a no tener vínculo con lo que es, está servido el camino a una democracia absolutamente ficticia, donde unas masas enardecidas y polarizadas votan en función de lo que se selecciona que piensen, vean y sientan… Es la otra cara de la moneda del fantástico desarrollo de miles de herramientas, actuales y futuras, que nos hacen ya la vida más cómoda y fácil, y que terminarán por instalarnos sin retorno en la molicie, la frivolidad y el aburrimiento supino de aquellos que, despojados de su corresponsabilidad en el devenir de nuestra sociedad, se limitan a acumular experiencias y a sentir, aunque sea virtualmente…
No, queridos y queridas… A mí denme una sociedad más pedestre, más terrenal y menos aderezada de capas ajenas al ser, a lo que es esencial para entender la realidad que nos rodea y para vivir más apegado a los demás… Lo demás… son florituras. Y muchas herramientas útiles, sí, pero no a cualquier precio. No con el coste de haber vilipendiado al ser…
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