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Opinión

Dos relatos para un mismo tablero político

El inicio del curso político llega con numerosas encuestas que, pese a variar en cifras, coinciden en dibujar un escenario incierto. Todas detectan que Vox crece pero a partir de ahí, las interpretaciones divergen. Algunas, como la publicada el pasado fin de semana por Prensa Ibérica, apuntan a un retroceso del PP, incapaz de capitalizar el desgaste de un PSOE que resiste hasta lograr un empate técnico. Otras, en cambio, sitúan a los populares aguantando y, junto a Vox, superando con creces el umbral de los 200 escaños. Una cifras contrapuestas que permiten articular dos relatos políticos que, más que excluirse, competirán por fijar el marco de la próxima campaña.

El primer relato es el la recuperación socialista. Según esta visión, el PSOE habría tocado fondo y estaría iniciando una remontada que, según algunas encuestas, podría situarle como primera fuerza o, al menos, empatada con el PP. Un discurso que encaja bien con la narrativa de Pedro Sánchez de resistencia frente a la adversidad. Fiel a su estilo, el presidente buscaría movilizar al electorado progresista apelando al miedo a la extrema derecha y a la necesidad de preservar los avances sociales. Así, la confrontación con Vox, más que con el PP, resultaría lo más funcional a esa estrategia ya que presentarse como el dique de contención frente a la ultraderecha refuerza la identidad socialista y reactiva a votantes indecisos o desmovilizados.

El segundo relato es el del bloque de derechas en expansión. En este caso, la suma PP-Vox no solo mantendría la mayoría absoluta, sino que, gracias al ascenso de Vox, podría superar los 200 escaños e incluso acercarse a los 210, una cifra simbólica porque es la que permite reformas constitucionales. Y este es un escenario que puede resultar especialmente atractivo para Vox de cara a movilizar al electorado con la promesa de poder aplicar su programa, incluso en aquellos aspectos que requieren cambios constitucionales y que podría ser la moneda de cambio para un pacto con el PP. Para este partido, en cambio, el panorama es ambiguo ya que lo sitúa entre dos frentes, una izquierda que lo acusa de ceder a la extrema derecha y un potencial socio que le exige más radicalidad. Justamente el dilema que explica su estancamiento cuando no su retroceso en un contexto de creciente polarización.

Ambos relatos —el de la resiliencia socialista y el del bloque conservador reforzado— se apoyan en la misma lógica de competición centrífuga entre PSOE y Vox. Ambos partidos se retroalimentan, ya que el crecimiento del uno refuerza el discurso del otro. Sánchez encuentra en Vox su mejor argumento movilizador, mientras que Vox tiene en Sánchez el adversario ideal para radicalizarse.

Y mientras, el PP corre el riesgo de quedar como espectador en una confrontación bipolar, con la paradoja de poder ser el partido más votado, pero sin capacidad para fijar el marco del debate. Porque al final la clave no será quién lidere las encuestas, que puede ser el PP, sino quién logrará imponer su relato.

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