Opinión
El ascenso de Vox
En los tiempos que corren, todo aquello que tiene alguna incidencia en la esfera política acaba siendo presa de la polarización, una tendencia que escenifica en versión maniquea la pugna ideológica de antaño. Ahora se trata de congregar a los ciudadanos en torno a postulados indiscutibles y dicotómicos. Al respecto, la sociedad española no es un caso único. El efecto polarizador se ha ido propagando por todos los ámbitos. En los últimos días se ha aproximado a la Academia de la Lengua y ha dividido a la industria demoscópica. Las empresas e instituciones encuestadoras han presentado estimaciones de voto y una distribución de los asientos del Congreso que difieren de forma llamativa. Mientras unas vislumbran una superioridad del PP sobre el PSOE de ocho puntos, que traducen a más de cuarenta escaños, otras constatan un empate o una ligera ventaja del PSOE. Mención aparte merece el CIS, que destaca al partido de Pedro Sánchez quince puntos por delante del de Feijóo, que tendría al de Abascal a solo dos puntos, pisándole los talones.
No obstante, sin entrar en el espacio reservado que es la cocina de cada encuesta donde se elaboran los datos que captan la atención y luego son comentados, todas coinciden en unos pocos datos, que pueden tomarse como indicativos claros de las tendencias seguidas por los electores. Desde hace meses, los sondeos detectan sin excepción una subida de Vox, que según las estimaciones más favorables vería aumentado su apoyo electoral en un 5% y duplicaría al menos el número de escaños. El partido liderado por Abascal contaría con la lealtad del 80% de los que lo votaron en las generales de 2023 y el respaldo del 10% de los votantes del PP, descontentos con la oposición y el liderazgo de Feijóo. Vox va ganando votos en la misma medida que el PP se estanca o los pierde. Para muchos de sus votantes, el PP es la segunda opción, pero lo cierto es que Vox está arrebatando votos al partido del que surgió. El PP y el PSOE mantienen, a la baja, la lealtad del 60% de sus votantes. La diferencia está en que los votantes que abandonan al PP declaran que su intención es votar a Vox y, por el contrario, la mayoría de los que se distancian del PSOE se encuentran indecisos. Mayor aún, tras las escisiones habidas en el grupo parlamentario, es la dificultad de Sumar para retener a los suyos.
La progresión electoral de Vox es un hecho relevante de la política española, por lo que significa, porque remodela el sistema de partidos y por la influencia que pueda tener en el futuro en la formación del gobierno. Requiere una explicación, pero no es esta una tarea sencilla. El crecimiento de Vox, aunque no alcanza la magnitud de los éxitos electorales de los partidos nacionalpopulistas en Europa, sintoniza con una tendencia general duradera y bien visible en las democracias. En España, sin embargo, viene precedido por un desplazamiento masivo de los votantes de izquierdas hacia posiciones exaltadas, las que defendió Podemos, y otro de votantes de la derecha hacia el centro, que aspiraba a representar Ciudadanos. En un movimiento pendular, millones de electores entregan ahora su voto a Vox, una fuerza política que ha experimentado una evolución rápida, que le ha llevado a integrarse en las corrientes internacionales de la derecha radical y a exhibir, cada vez con mayor frecuencia, gestos de partido antisistema, como, por ejemplo, negarse a compartir tribuna con el presidente del Gobierno en un acto institucional o sus alusiones a la actuación del Rey, por no citar su complicidad con protestas violentas.
La decepción que puedan sentir votantes de la derecha con el PP y Feijóo, y un cambio de actitud en un sector de los electores hacia la inmigración, pueden contribuir al avance de Vox, que saca fruto de excitar el enfado y el hartazgo que produce en muchos la política que se practica. La cuestión es si hay algo más. La inmensa mayoría de los españoles prefiere la democracia, pero domina la impresión de que la nuestra se está deteriorando más que otras. Entre los votantes de Vox se impone la idea de que la dictadura de Franco fue mejor. De ellos, un tercio confiesa que en determinadas circunstancias aceptaría un régimen autoritario. Vox se ha ido alejando de las instituciones y, excluido del juego político, desde fuera reduce su actividad a denunciar constantemente un contubernio del PP con el PSOE y arremeter contra la política de puertas abiertas a los inmigrantes. Eso le basta para ganar votos. Disputa con ellos la primacía entre los electores de menos de 45 años. ¿Es este el objetivo de la estrategia desplegada por Pedro Sánchez en la lucha con su principal adversario o una secuela no intencionada?
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