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Opinión | Shikamoo, construir en positivo

Bolivia: desigualdad, caos y esperanza…

Supongo que la Bolivia que conocí yo, hace más de veinticinco años, se parecerá poco a la de hoy en día. Y supongo que siempre hay el riesgo de que eso ocurra cuando las referencias y vivencias personales se van quedando atrás en el tiempo, como me irá pasando igualmente con el caso de otros entornos lejanos que tuve la suerte de vivir «in situ», algunos bastante en detalle. Y es que, aunque uno se preocupe de leer la prensa del país —hoy fácilmente asumible con las tecnologías digitales, pero en tiempos bastante complicado—, y de estar al tanto de la problemática y los acontecimientos locales, no es fácil mantener ese pulso de conocer de primera mano lo que está pasando en una realidad tan lejana sin una inmersión en la misma. Nada fácil.

A pesar de ello, fíjense, una cosa les puedo decir cierta en el caso del hermano país andino: y esta es, seguramente, que Bolivia está en este momento bastante peor incluso que cuando yo estuve allí, en 1998. Y no es una impresión personal y no compartida, claro, sino que responde al hecho de que todo el mundo asume, dentro y fuera del país, que el estado de crisis allí ahora es el peor en cuarenta años. Aunque conste que en aquellos tiempos de revueltas en La Paz a causa de la situación social las cosas tampoco eran nada fáciles. Y es que en América, a lo largo y ancho de todo el continente salvando Canadá, la desigualdad ha sido siempre el factor característico y definitorio de la sociedad, en un contexto de difíciles equilibrios sociales… O, directamente, de desequilibrios notorios, con elites dirigentes extraordinariamente posicionadas y un pueblo muchas veces inserto en una economía de mera supervivencia, con una importante franja de población directamente en la miseria.

El momento actual en el país es caótico. Faltan combustibles —quien lo diría, en un país con reservas petrolíferas—, hay también escasez de alimentos y productos básicos, y la inflación se ha disparado hasta casi el diecisiete por ciento acumulado entre enero y julio de este año 2025. Pero, sobre todo, en Bolivia faltan divisas, lo cual es a la vez causa y consecuencia. Y es que el país tiene poco acceso a las mismas, con un nivel de reservas francamente preocupante a día de hoy. Un problema con etiología compleja, que tiene que ver con la falta de acceso al crédito, con una gestión poco eficiente y seguramente con elementos estructurales que requerirán tiempo para poder ser abordados con garantía de éxito. Tiempo y consensos, claro, lo que también implica renuncias, cesiones y una mirada un tanto más diferida de la que acostumbra a trufar la praxis política, aquí, en América y en la Conchinchina. Hace falta ese sentido de Estado del que a veces se habla, pero que pocas veces se tiene…

Hoy el país está un tanto estrangulado en su vertiente económica, con largas colas en las gasolineras para poder repostar, y también en la social, a pesar de sus recursos naturales y potencial. Hay fuerte contestación ciudadana, con un clima de protestas masivas y exigencia de soluciones inmediatas a la escasez descrita. Y todo ello ha llevado a importantes enfrentamientos, que su vez producen un efecto bucle, complicando aún más la situación de partida. No cabe duda de que las elecciones presidenciales, celebradas el pasado domingo en medio de toda esa marejada, pueden suponer un hito que dé paso a otra etapa más centrada en la resolución de esta grave crisis. No lo sé. Pero, en cualquier caso, ¿cuánto tiempo tendrá el ganador de estos comicios, Rodrigo Paz, para intentar llevar a cabo sus propuestas? Presumo que poco, y que si no hay signos claros de mejoría en un tiempo limitado, las cosas puedan complicarse aún mucho más.

Para empezar, Paz se ha pronunciado en términos de llamada a esa concordia, a la suma y no a la resta y a que las distintas fuerzas políticas del Legislativo se unan «para retomar la institucionalidad perdida», según sus propias palabras. Eso puede sonar a consensos, sí, y entonces será bueno. A orientación a los problemas reales, que también. Pero… ¿será así? Lo que está claro es que la ciudadanía va a estar muy pendiente no solo de sus gestos, sino también de sus actos y, sobre todo, de la plasmación de ellos en las mejoras concretas urgentes que la población necesita. No hay que olvidar que Paz, centrista, toma buena parte de sus votos del M.A.S. de Morales y Arce, en estado de colapso tras una formidable derrota en esta ocasión, que le ha llevado a la irrelevancia política. ¿Tendrán que arrepentirse dichos votantes, o no? El tiempo lo dirá… Y, ante ello, procuraremos estar atentos.

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