Opinión | Director de Información Económica de Prensa Ibérica
martì saballs pons
El factor efecto riqueza
El Banco de España calculaba en 2022 que un 12,5% de los hogares tenían acciones directas en empresas y un 9,6% en fondos de inversión. Extrapolando el número de hogares y aplicando una media de 2,5 personas por cada uno de ellos, puede estimarse que entre 5 y 6 millones de españoles participan en la Bolsa.
El Ibex 35, principal índice, cerró 2022 a 8.229,1 puntos, una cifra que casi se ha duplicado desde entonces, batiendo un récord histórico que databa del 8 de noviembre de 2007. Esto significa en números gruesos que, de haber mantenido la inversión en bolsa y de que hubiese estado equilibrada por igual en los valores bursátiles, estos hogares pueden celebrarlo. Tienen más patrimonio. De hecho, lo han duplicado. Un dato más que vale recordar. En España, según el informe de riqueza mundial del banco suizo UBS, había 1,2 millones de personas en 2024 con un patrimonio neto (activos financieros + activos reales - deudas) de un millón de euros.
La teoría del efecto riqueza ha sido un tópico de análisis constante por los economistas. Está demostrado que un aumento del patrimonio financiero e inmobiliario puede aumentar el consumo sin necesidad de que aumenten los ingresos. Si una familia se siente más rica cuando ve la evolución de sus inversiones y el aumento del valor de su vivienda tiene más incentivos para aumentar su ritmo de vida, si así lo prefiere.
La última vez que el efecto riqueza tuvo un efecto directo sobre las familias españolas fue hace veinte años. Eran aquellos tiempos de vino y rosas, donde cajas de ahorro y algunos bancos daban hipotecas como si fueran churros, facilitando además que los clientes aprovecharan para comprarse los últimos modelitos de coche, incluso de alta gama. En una ocasión, un empresario me contó su preocupación cuando contaba los modelos de cochecitos que había en el aparcamiento de la empresa. «Sé lo que ganan. ¿Les ha tocado a todos la lotería?».
Aquellos tiempos acabaron generando la peor crisis económica de la historia reciente. Se derrumbaron los valores financieros e inmobiliarios. Quienes pensaban que los activos tendían siempre hacia el cielo vieron cómo de la noche a la mañana se derrumbaba su patrimonio. Los efectos políticos de aquella crisis son de sobras conocidos, procés catalán incluido.
Tardamos años en recuperarnos de aquella crisis y la curva de experiencia sirve para algo. El mercado hipotecario, aun aumentando su competencia, no está en los niveles de 2005 y 2006. La banca, que bate récords de beneficios, está regulada y nadie pone en duda su solvencia. ¿Y los activos financieros? Nunca el mundo ha nadado en tanta riqueza como la actual. Las inversiones, públicas y privadas en busca de gangas, se mueven con una rapidez extraordinaria y el sector de la alta tecnología alrededor de la IA, tira del resto. Nadie sabe si habrá corrección algún día, de qué tipo y con qué consecuencias. Mejor no apostar. Mientras tanto, pensemos que si España va bien
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