‘Vigilante’, lo nuevo de Ryan Murphy: un efectivo despliegue de paranoia

Naomi Watts, en la serie Netflix

Menos de un mes después del estreno de Dahmer, el trabajólico Ryan Murphy e Ian Brennan suman otra miniserie true crime al catálogo de Netflix. En este caso, la inspiración (trastrocada a placer) es aquel célebre artículo de la revista New York de 2018, The haunting of a dream house, en el que Reeves Wiedeman relataba la historia de una familia que, tras hacerse con la casa de sus sueños en Westfield (Nueva Jersey), había empezado a recibir cartas amenazadoras de una entidad llamada The Watcher (El observador).

La primera de aquellas misivas empezaba cálida, casi con aire de bienvenida al vecindario. Pero el buen humor duraba poco. El observador hablaba de una casa que debió atraerles con su fuerza interior. De una casa observada por su familia durante décadas. De una casa que ha de llenarse con sangre joven. Y hacia el final, cuatro palabras alegres pero, en este caso, terribles: “Que empiece la fiesta”. O la paranoia.

En la versión de Murphy y Brennan, al clima de inquietud se añaden grados de sensualidad. Los Broaddus son aquí un matrimonio sexualmente activo, Nora (Naomi Watts) y Dean Braddock (Bobby Cannavale), cuya hija mayor, la pianista adolescente Ellie (Isabel Gravitt), ha empezado a su vez a sentir la llamada de la carne. Más que a la gravedad de Dahmer, la serie remite al espíritu lúdico y a menudo calenturiento de la franquicia American horror story, aunque con una elegancia formal de aromas prestige.

Si en el artículo original solo conocíamos poco a poco a los sospechosos, aquí se disponen ante el espectador desde el principio, casi como en un clásico “¿quién lo hizo?”, estructura otra vez de moda tras la repercusión de Puñales por la espalda. A la vez que un thriller paranoico (en el que la música folk horror de Morgan Kibby, ex M83, y David Klotz carga el aire de verdadero peligro), Vigilante tiene bastante de comedia negra asfixiante sobre gente pagada de sí misma que hace frente a una pérdida del control.

Murphy, inspirado director del primer episodio, sabe sacar partido a todos los diversos elementos y los distintos tonos (de lo satírico a lo sincero, de lo cómico a lo pesadillesco) para crear una efectiva máquina de entretenimiento. Después de Dahmer, tiene otro claro hit (muy distinto) entre manos; se ha propuesto salir de su acuerdo con Netflix, que acaba el año que viene, con el orgullo de haber cocinado algunas recetas del gusto de muchos.

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