Aunque la mayoría de los alimentos pueden congelarse para prolongar su vida útil, hay algunos que no son adecuados para el proceso de congelación debido a su composición o características.
Además, si lo haces, te enfrentas no solo a cambios en el sabor o en la textura, sino también a posibles problemas de salud que te pueden llevar a urgencias o al hospital. ¿Cuáles son algunos de estos alimentos que no puedes congelar?
Alimentos que nunca debes congelar
Pese a que la lista es mayor, te vamos a indicar los alimentos más comunes que solemos congelar y que nunca debeíamos hacerlo:
- Huevos con cáscara: No debes congelar los huevos enteros en su cáscara, ya que el contenido líquido se expandirá al congelarse, lo que puede hacer que la cáscara se rompa y cause una textura gomosa cuando se descongela. Si deseas congelar huevos, es mejor hacerlo separando las claras de las yemas y almacenarlas en recipientes o bolsas para congelar.
- Verduras crudas con alto contenido de agua: Algunas verduras con alto contenido de agua, como lechuga, pepino y rábanos, no se congelan bien debido a que su estructura celular se daña durante el proceso de congelación.
- Productos lácteos con alta concentración de grasa: Los productos lácteos, como la crema batida y la mayonesa, no se congelan bien debido a su alto contenido de grasa. Al congelarse y descongelarse, estos productos pueden separarse y adquirir una textura grumosa e indeseable.
- Frutas con alto contenido de agua y piel gruesa: Algunas frutas con alto contenido de agua, como sandías y pepinos, no son ideales para congelar debido a su alta proporción de líquido. Por lo general, no se recomienda congelar ninguna fruta.
- Patatas crudas: Las patatas crudas no deben congelarse sin cocinar previamente, ya que contienen mucha agua y su estructura celular cambia al congelarse, lo que da como resultado una textura desagradable y suave al descongelarse. Sin embargo, las patatas cocidas se pueden congelar perfectamente.
Además, recuerda que cuando congeles alimentos, es importantísimo utilizar recipientes adecuados y etiquetarlos con la fecha para mantener un control sobre su tiempo de almacenamiento.