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Intolerancia alimentaria: ¿cuáles son los síntomas y en qué se diferencia de una alergia?
La intolerancia alimentaria más frecuente es la de los hidratos de carbono, como la fructosa, lactosa o sorbitol.
La intolerancia es la manifestación clínica de la mala absorción de un alimento, normalmente a causa de un déficit enzimático o de un transportador. Las enzimas son proteínas que se encargan de romper los alimentos para facilitar su digestión y absorción. En el caso de las alergias, sin embargo, encontramos implicado un mecanismo inmunitario de tipo celular o humoral.
La intolerancia alimentaria más frecuente es la de los hidratos de carbono, como la fructosa, lactosa o sorbitol.
La fructosa es un monosacárido presente en la fruta y en la miel. Forma parte del disacárido sacarosa (azúcar de mesa) junto con la glucosa. Tiene alto poder endulzante con bajo índice glucémico, es barato y estable. Por ello, la industria alimentaria ha aumentado mucho su uso en los últimos años. El sorbitol se encuentra de forma natural en algunas frutas como la pera, la ciruela, el melocotón o la manzana, y también se utiliza como endulzante industrial. Y la lactosa se encuentra en los productos derivados de la leche.
“La intolerancia alimentaria se manifiesta con dolor abdominal después de la ingesta de determinados alimentos y deposiciones diarreicas, ácidas y explosivas, con enrojecimiento de la zona perianal”, explica la doctora Marta Freixas, alergóloga pediátrica de la Clínica Corachan.
Freixas también explica que “existen test de intolerancia a la lactosa y a la fructosa, pero que la dosis de hidrato de carbono a administrar no está bien establecida y tampoco los valores de normalidad. Por ello el diagnóstico es clínico con la retirada estricta del hidrato de carbono de la dieta, observándose mejoría en los síntomas. En caso de reintroducirlo observaremos un empeoramiento”.
La intolerancia a la lactosa más frecuente es el déficit primario que corresponde a una disminución progresiva de la enzima lactasa con la edad, en pacientes genéticamente predispuestos. La clínica empieza a partir de los 5 años. También podemos encontrar hipolactasemia secundaria a un daño intestinal, como una gastroenteritis infecciosa o una celiaquía. Son más susceptibles los niños de menos de 2 años.
El gastroenterólogo es el especialista al que hay que dirigirse para tratar una intolerancia alimentaria. Este prescribirá el tratamiento que, en principio consiste en disminuir de la dieta el alimento no tolerado. Los diferentes alimentos tienen diversas concentraciones de carbohidratos, por lo que algunos serán mejor tolerados que otros.
La lactosa, por ejemplo, se encuentra en altas concentraciones en la leche, los quesos frescos, la nata o los helados y en menor concentración en quesos curados o yogures. La fructosa se encuentra en múltiples frutas, verduras, legumbres y alimentos procesados, por lo que engloba muchos grupos alimentarios.
Según afirma la Dra. Freixas, “cada paciente tiene que encontrar el umbral que tolera de ingesta de un determinado alimento, por ello no es mandatorio retirar el alimento por completo”. Por lo tanto, hay determinadas intolerancias que permiten la ingesta de esos alimentos no tolerados, pero en menor cantidad, para equilibrar la salud y su consumo.
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