El poder de la imagen

Los expertos en comunicación política destacan la importancia del atuendo de los personajes públicos para hacer más creíble su mensaje

Esperanza Aguirre.

Esperanza Aguirre.

Carmen Planelles | Madrid

Carme Chacón con esmoquin en la Pascua Militar, el look de Esperanza Aguirre a su regreso a España tras el atentado de Bombay o los calcetines con tomates del presidente del Banco Mundial, Paul Wolfowitz, son imágenes que hablan por sí solas. De forma intencionada o no.

Han pasado tres décadas y aún permanecen en nuestra retina, y los expertos en comunicación política lo siguen recordando, los trajes de pana de Felipe González, más tarde la famosa chupa de cuero de Trinidad Jiménez y, recientemente, el impacto del No a la guerra en miles de solapas.

El poder de la imagen

El poder de la imagen

Hace tan sólo unos días, el 6 de enero, el atuendo elegido por la ministra de Defensa para la Pascua Militar no ha dejado indiferente a nadie. Hay quienes piensan que se saltó el protocolo al utilizar un esmoquin en lugar del traje largo exigido, y otros que, por el contrario, creen que dio una imagen de sobriedad y modernidad.

¿Son conscientes los personajes públicos de la fuerza del atuendo? El historiador Francisco de Sousa Congosto, autor del libro Introducción a la Historia de la Indumentaria en España, sitúa en el Renacimiento los primeros signos claros de comunicación a través de la vestimenta. "Un símbolo distintivo del poder político en el siglo XVI fue la elección del color negro para transmitir la austeridad, seriedad y rigor asociados con el reinado de Felipe II", explica de Sousa.

El poder de la imagen

El poder de la imagen

Valores que también se reflejaron en la evolución de los cuellos, de la complicación de las lechuguillas a principios del siglo XVII a la sencillez de las golillas (paños de seda, batista o lienzo) que se prodigaron hasta principios del XVIII.

Los expertos en Comunicación Política coinciden en que la imagen no verbal y el mensaje forman parte de un todo: la imagen. Dos componentes inseparables porque un personaje público no puede vivir sólo de apariencia o de gestos, ni de discursos.

"Disociar lo que se dice de cómo se dice sería como separar el hidrógeno del oxígeno y pretender que siga habiendo agua", explica Luis Arroyo, presidente de Asesores de Comunicación Pública.

"Mi experiencia es que no hay decisiones excesivamente complejas respecto a la vestimenta. Es una parte muy menor de nuestro trabajo habitual, y de hecho un asesor de imagen es más un asesor de mensaje que de aspecto físico", explica.

Arroyo, coautor del libro Los cien errores de la comunicación, defiende que "para ser un buen líder es imprescindible un buen mensaje".

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