Ver a la bailaora Cristina Hoyos en "Carmen" de Saura supuso la semilla de una pasión que le ha llevado a ser en la actualidad director de desarrollo de comunicación del Museo de Baile Flamenco de Sevilla.

Antes, este "europeo que no siente nostalgia de su país natal" -como se define a sí mismo- era profesor de literatura románica -francesa y española- en la Universidad de Nuremberg, aunque de eso, apunta, "hace ya muchos siglos".

- Pregunta.- ¿Cómo y cuándo se aficionó al flamenco?

- Respuesta.- La primera semilla que me sembró el flamenco fue cuando fui a ver con un amigo la película 'Carmen' de Saura. Él me recomendó que me fijase, no en la protagonista, Laura del Sol, sino en Cristina Hoyos, la antagonista, porque bailaba mejor. Fue entonces cuando empezó mi historia con el flamenco.

- P.- Cante, baile y toque, ¿con cuál de las especialidades se queda?

- R.- Si tuviera que elegir me quedaría con el toque que fue lo que más me enamoró, pero es muy difícil disociar el baile del cante. El flamenco aglutina a los tres y no se entiende a una sin el resto. Sin embargo, como expresión más completa yo me quedaría con el baile.

- P.- ¿Destaca en algunas de las especialidades? ¿lo ha intentado alguna vez?

- R.- Los verdaderos flamencos gozan escuchando y mirando, pero yo ni toco, ni bailo, ni canto, lógicamente... (entre risas).

- P.- ¿Cuál es la figura del flamenco más destacable para usted?

- R.- Tengo que diferenciar entre hombre y mujer. El hombre más completo bailando es Antonio Gades, no sólo por sus capacidades para el baile, sino también por su trabajo como coreógrafo. Tiene una sensación de espacio escénico que pocos podían igualar. En cuanto a las mujeres, sin duda Cristina Hoyos como la gran bailaora actual y del siglo pasado.

- P.- ¿Tiene el flamenco seguidores en su país de origen?

- R.- En Alemania hay una pequeña comunidad forofa muy fiel que acude a unos cuantos festivales que son muy frecuentados. Tiene una buena aceptación, no masiva, aunque sí constante.

- P.- Antes de venir a España, ¿a qué se dedicaba?

- R.- Yo siempre digo que hace muchos siglos era profesor universitario de literatura románica, especialmente de la francesa y de la española.

- P.- ¿Cómo llegó a Sevilla?

- R.- Cuando terminé mi carrera académica era un momento en el que habían demasiados catedráticos jóvenes en Alemania, por lo que la regeneración laboral era muy lenta y tendría que haber esperado demasiado tiempo para acceder a una cátedra. Decidí entonces salir de Alemania para dedicarme a la gestión cultural y al ocio, por lo que llegué a España en 1987. Primero estuve en Madrid, después en Barcelona y, por fin, en Sevilla.

- P.- ¿Qué es lo que más le gusta de nuestra tierra? Y no vale decir flamenco.

- R.- Hay que diferenciar lo que me gusta de la gente y lo que me gusta de la tierra. De la gente me quedo con su espontaneidad. Son personas de acceso fácil, de trato cordial, incluso familiar, con los que no proceden de la propia tierra andaluza. Aquí se percibe un calor humano que no se siente en Barcelona y mucho menos en un país emocionalmente mucho más frío como Alemania.

Lo que me gusta de la tierra andaluza es su variedad, tiene mar y sierras, y árboles fascinantes como el olivo, pero no en su faceta gastronómica, que también, sino como árbol que posee mucho carácter.

- P.- ¿Sigue guardando algún tipo de relación con su país natal?

- R.- No siento nostalgia porque me siento profundamente europeo, aunque de procedencia alemana y que vive casualmente en España. Desde mi puesto me veo como puente entre ambas culturas.

- P.- Si tuviese que elegir dónde vivir, ¿qué escogería?

- R.- Es complicado porque mi familia es española. Mi mujer la conocí en Madrid, aunque es sevillana, y mis hijos, pese a tener una apariencia extremadamente alemana, en su corazón son andaluces. Nacieron aquí y su carácter es andaluz aunque intenten hablar alemán. No es una cuestión de elección, mi patria chica es Andalucía porque España es demasiado grande.