La obsesión por la belleza, el cuerpo perfecto, la juventud eterna y la delgadez extrema y la asociación de estas características con el éxito social, personal e, incluso, profesional, están provocando un preocupante incremento de los trastornos de la conducta alimentaria. Los especialistas alertan de que la anorexia y la bulimia han dado paso a otras patologías más "sofisticadas" y, a la larga, igual de peligrosas pero que, casi siempre, son más difíciles de detectar. No comer durante el día para poder tomar alcohol por la noche y así compensar las calorías, atacar la nevera a altas horas de la madrugada, vivir pendiente de la dieta mágica que promete mantenernos en forma u obsesionarse con lo que se va a comer, con cómo prepararlo y presentarlo son sólo algunas de esas nuevas pautas que pueden derivar en un problema alimentario.

Un trabajo publicado recientemente por la revista Medicina clínica apunta que casi el 23% de los estudiantes españoles de entre 12 y 18 años presenta una relación "anómala" con la comida y que alrededor del 10% sufre un trastorno de la conducta alimentaria en toda regla. Sin embargo, la presidenta de la Asociación Bulimia y Anorexia de A Coruña (Abac), Marina Tallón, advierte de que el incesante aumento de la incidencia de estas patologías no se ciñe únicamente a los adolescentes, sino que se ha dejado notar en todas las edades. "Aunque generalmente se asocian los trastornos de la conducta alimentaria con los más jóvenes, lo cierto es que la mayoría de los pacientes que acuden a nuestra asociación tiene entre 25 y 40 años, e incluso hemos llegado a atender a alguno de 50", explica Tallón, quien además subraya que, aunque la mayoría de las afectadas son mujeres, también se dan casos entre los hombres. "La tendencia es más acusada entre los homosexuales, quizás porque suelen vivir más preocupados por su imagen", señala la presidenta de Abac.

Uno de los principales problemas que plantea la diversificación de los trastornos de la conducta alimentaria es la mayor dificultad a la hora de detectarlos y de proceder a su diagnóstico. De hecho, los pacientes ya no enferman tan rápidamente, como ocurre con la anorexia clásica. "Muchos de los pacientes con trastornos de la conducta alimentaria tienen un peso adecuado e, incluso, sus analíticas presentan valores normales. Esto despista a sus familiares y a los propios médicos y, además, refuerza la conducta de los afectados, que esgrimen esos resultados para justificar que no están enfermos y que, por tanto, no necesitan atención especializada", apunta Tallón.

Y es que, salvo en el caso de la diabulimia, que suele causar problemas físicos severos muy temprano (coma diabético, hipoglucemia grave, alteraciones renales, problemas visuales, etc...) debido a la manipulación que se lleva a cabo con las dosis de insulina para no alcanzar un peso razonable, el resto de nuevas patologías -ortorexia, vigorexia, atracones, etc...- suelen caracterizarse por una evolución muy larga y poco alarmante. Tanto es así, que la mayoría de los pacientes que acaban siendo hospitalizados sufren los trastornos de la conducta alimentaria más clásicos (anorexia o bulimia).

"Los casos más graves, que son los que requieren la hospitalización, continúan siendo los de anorexia o bulimia. Otros trastornos de la conducta alimentaria más leves se tratan de manera ambulatoria", sostiene el doctor Juan Carlos Díaz del Valle, médico adjunto del Servicio de Psiquiatría del Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac), quien además reconoce que el tratamiento de este tipo de patologías suele ser "largo y complicado". "La estancia hospitalaria media de los pacientes con otras patologías mentales ronda los 20 días, mientras que quienes sufren trastornos de la conducta alimentaria pueden llegar a pasarse hasta 45 días seguidos ingresados", subraya el doctor Díaz del Valle.

El especialista del Chuac explica que el tratamiento básico de los trastornos de la conducta alimentaria consiste en "un planteamiento cognitivo-conductual" en el que evalúan las conductas distorsionadas para "tratar de reconducirlas". Además, se abordan los síntomas psicológicos, físicos, sociales y familiares de cada problema individual. Finalmente, se logra que la afectada retome su vida, para que puedan trabajar y mantener relaciones afectivas normales.

"Para ello hacen falta unidades especializadas que lleven a cabo este tratamiento multidisciplinar, que es lo que venimos reclamando desde hace años. Actualmente, sólo unas pocas comunidades autónomas disponen de ellas, pero está comprobado que no basta con derivar a la paciente al servicio de salud mental; hace falta personal con formación específica en trastornos de la conducta alimentaria", apunta la presidenta de Abac, quien además invita a hacer una reflexión social profunda sobre este problema. "Evidentemente, no todos los que hagan dieta o se preocupen por su peso van a caer enfermos, pero es innegable que alguien predispuesto a sufrir un problema de tipo alimentario se encuentra en un entorno hostil", asegura Tallón.

Por último, ambos expertos recuerdan que muchos trastornos de la conducta alimentaria se gestan en el seno de las propias familias. "¿Con qué autoridad se le dice a un niño o a un adolescente que ha de hacer cinco comidas al día o que su dieta deben incluir todos los alimentos en cantidades justas cuando su madre se pasa la vida probando dietas milagro o se salta sistemáticamente el desayuno o la cena?", destacan.