Ha tenido a bien bautizar a los alcaloides descubiertos a lo largo de sus más de cuarenta años de investigación con nombres como viguina, coruñina, iagonina, arousinina... Y es que Luis Castedo Expósito es un enamorado de la tierra que lo vio nacer hace setenta años en "una aldeíña" de Santa Marta de Ortigueira. Maestro con ya cientos de discípulos, ex director general de Ordenación Universitaria y Política Científica, ganador del Premio Galicia de Investigación y doctor honoris causa por la Universidad del País Vasco, Castedo es de los que contestan "¿Y tú me lo preguntas? Química eres tú".

-Cuenta la leyenda que algunos de los aparatos más avanzados para el estudio de la Química que llegaron a Galicia los trajo usted algo así como de estraperlo después de su paso por la Universidad de Cambridge....

-No, no, eso no fue así exactamente. Quien llevó a Santiago el primer infrarrojo con el que se contó fue mi maestro, Ignacio Rivas, que tuvo que traerlo escondido de París no me acuerdo muy bien por qué razón. Después yo me traje otros, es cierto, pero siempre por la vía legal.

-He leído que para usted la Química es un arte ¿Cómo puede decir eso un hombre de ciencias?

-Pues claro que es un arte, porque a fin de cuentas un químico debe ser un artista del manejo de la instrumentación, del manejo de las reacciones, del desenvolvimiento en el laboratorio... en fin. Hubo un químico al que precisamente le dieron un Nobel por el arte de la síntesis. Y además, en la Química también hay que competir y nosotros en Santiago competimos con científicos de todo el mundo: para eso hay que ser creativos.

-¿Cómo surgió la idea de bautizar alcaloides que ustedes descubrían con nombres gallegos?

-Fue nuestra manera de dar a conocer Galicia fuera de nuestras fronteras. Dése cuenta de que nosotros cuando hacemos un descubrimiento y luego lo publicamos en una revista científica internacional, eso se conoce en todo el mundo. Y, de paso, cuando esos científicos visitan Galicia, ya pueden tener una cierta idea de dónde queda Vigo, A Coruña, Santiago, la ría de Arousa, Lugo... porque es que tenemos alcaloides dedicados a todos esos sitios. Digamos que es un privilegio que sólo podemos tener los químicos.

-La cocaína y la morfina también son alcaloides, ¿se parecen en algo a algunos de los alcaloides gallegos que ustedes han descubierto?

-Se parecen en el núcleo, pero no en su estructura orgánica, que es la que provoca que sus propiedades sean totalmente distintas. Estos alcaloides gallegos, por ejemplo, no tienen propiedades alucinógenas ni valen como calmantes del dolor.

-Hace años recomendaba usted emigrar a los jóvenes gallegos que se quisieran dedicar a la química. ¿Sigue pensando lo mismo?

-Sí, porque es una parte fundamental de la formación. Pero que conste que cuando digo que hay que salir fuera no me refiero a pasear, sino a trabajar y estudiar muy duro, a ser posible en un gran centro de investigación. Es la única manera de ver otros mundos y saber comunicarse, porque en ciencia es fundamental manejar varios idiomas, sobre todo el inglés, que es el idioma de las revistas científicas.

-Pero ahora, con internet, cualquiera puede acceder a lo que se descubre en cualquier parte del mundo.

-Con internet se accede a los trabajos ya terminados, a los que se publican, pero a los que están todavía en proceso de investigación, no. Para enterarte de algo tienes que acudir a los grandes investigadores, asistir a sus conferencias y procurar estar lo más cerca posible de ellos. Cuando yo estaba en Cambridge todas las quincenas venía un investigador extranjero a enseñar los resultados más recientes de aquello que estaba investigando y además dando ideas a los que estábamos allí. En Santiago ahora estamos fomentado ese tipo de actos trayendo a científicos de fuera.

-'La investigación es la mejor inversión que se puede hacer'. Es es una frase suya. ¿Ya la han comprendido los políticos?

-De palabra lo dicen muchos, pero en la práctica... ya, ve: tengo entendido que este año va a haber una reducción muy importante en la financiación de la investigación tanto a nivel estatal como autonómico. A ver si estoy equivocado y eso no es verdad...

-Usted también ha hecho sus pinitos políticos y fue uno de los artífices del actual mapa de las Universidades gallegas...

-Sí, es cierto, lo hice cuando estuve al frente de lo que de aquella se llamaba Dirección General de Ordenación Universitaria y Política Científica.

-Y le tocó vivir un momento crucial...

-Bueno, yo estaba allí sobre todo por la Política Científica, pero la verdad es que era partidario de la creación de las Universidades de Vigo y A Coruña porque me parecía la decisión acertada.

-¿Usted cree que los químicos gozan del prestigio social que se merecen?

-Lo del prestigio, no sé, lo que sí me consta es que los químicos somos algo así como los grandes tapados del progreso. La gente cuando un médico le receta un medicamento y le cura, a quien da las gracias es al médico, no al químico que ha inventado ese medicamento, al que por supuesto desconoce totalmente. En ese sentido, nosotros somos muy anónimos.

-A los 70 años e investigando. ¿Los químicos son como los rockeros, que no se jubilan?

-Bueno, ahora soy emérito, pero yo quiero retirarme dentro de cinco años o así porque no pienso morirme en un laboratorio. Para mí no es bueno perpetuarse, hay que dar paso a los jóvenes.

-¿Qué hay de cierto cuando se dice 'entre tal y tal persona hay (o no) química'? ¿Es adecuado utilizar la palabra química en estas tesituras?

-Sí, porque hay reacciones positivas y reacciones negativas y, bueno, lo que sí es cierto es que cada uno de nosotros emite determinado tipo de sustancias que interaccionan con las otras personas.

-¿Y el amor también es una reacción química?

-En el amor hay mucha química, desde luego. Pero es que en todo hay química. Fíjese en los insectos, que para iniciar sus actos de reproducción vía sexual se comunican mediante sustancias químicas.