El consumo de antidepresivos aumentó un 300% en los últimos 25 años. Casi 300.000 gallegos los consumen de forma habitual; a lo que se suman casi 400.000 ciudadanos que toman ansiolíticos y 600.000 que recurren a analgésicos de modo diario. Los datos de esta evolución de fármacos en la última década (1985-2010) fueron extraídos del Servicio de Farmacia de la Consellería de Sanidade y revelados por el jefe de Psiquiatría del Complexo Hospitalario Universitario de Santiago (CHUS), Luis Ferrer i Balsebre. "Son datos todos ellos extrapolables a cualquier sociedad avanzada", enfatiza el doctor.

Diversos psiquiatras advierten hoy en día de la excesiva "medicalización" del dolor -no solo físico, sino afectivo-, que se traduce en el uso de fármacos como remedio a ciertos estados anímicos. La depresión está entre las primeras causas de discapacidad en el mundo y de baja laboral en España. Afecta ya a seis millones de personas. Estos datos podrían, además, recrudecerse con el fenómeno del aumento desempleo y la crisis económica. Y es que un 14% de la población sufre o ha sufrido ansiedad generalizada.

"El nivel de resistencia frente a todo lo que en la vida humana es sufrimiento disminuye de forma directamente proporcional al nivel de bienestar social", reflexionó ya en su discurso de entrada a la Real Academia de Medicina de Galicia el psiquiatra Luis Ferrer. "En las sociedades del Bienestar se necesita que la medicina suprima no solo el dolor de la enfermedad, sino el dolor de vivir", argumentó entonces. Y los datos siguen vigentes: "La experiencia demuestra que el aumento de las prestaciones sanitarias incrementa el número de los ciudadanos que se declaran enfermos".

No en vano, el gasto farmacéutico del Sergas en antidepresivos superó los 60 millones en 2009. En principio, el uso de psicofármacos no tendría efectos negativos si está aconsejado por un profesional y se acompaña de trabajo psicoterapéutico. No obstante, los profesionales defienden que en algunos casos "la sociedad contemporánea no busca remedios morales -hoy en declive- frente a ese dolor de vivir, sino remedios técnicos y farmacológicos". Se estima que casi las dos terceras partes de las consultas ambulatorias de las Unidades de Salud Mental comunitarias obedecen a demandas de fármacos más que a enfermedades. Asimismo, el doctor Ferrer explica que "el consumo desaforado de fármacos tranquilizantes y antidepresivos es un ejemplo de la popularización del sentirse enfermo". Se produce así una "medicalización de la vida cotidiana".