A la boda de Juan Carlos y Sofía en Grecia, hace 50 años, no solo acudieron gentes de la realeza y la diplomacia de medio mundo. La tropa de marinería española no podía faltar a este acontecimiento que tanto recelo había despertado en Francisco Franco y que tenía a las iglesias católica y ortodoxa de la mano y temblando. Entre la tropa, cuatro marineros gallegos: Manuel Boubeta Costas, Antonio Magdaleno Martínez, Luis Rial y Antonio Nores (todos de Cangas). Formaban parte de la tripulación del Canarias, el buque insignia de la Armada Española que fue el encargado de trasladar a Atenas al ministro de Marina, el almirante Felipe José Arbazuza y Oliva. Mientras Manuel y Luis se ocupaban de servir las comidas y cenas de gala que durante ocho días hubo a bordo del buque, a Antonio Magdaleno le tocó estar tres horas de guardia en uno de los peldaños de la escalera que daba acceso a la catedral católica de San Dionisio. Antonio Nores tomaba nota en la jefatura del Estado Mayor, que se encontraba en el mismo buque, como cabo amanuense.

El Canarias había recibido la orden de asistir a las bodas del príncipe Juan Carlos de Borbón y Sofía de Grecia. Era el buque insignia de la Armada Española y allí estaba situado el Estado Mayor de la Flota, al mando del ministro de la Marina José Arbazuza, que acudió en calidad de embajador extraordinario del entonces jefe del Estado español, el dictador Francisco Franco, que receló de una boda que se había fraguado a sus espaldas y que formaba parte de ese pulso que don Juan tenía con Franco desde el exilio. Manuel Boubeta Costas y Luis Rial Martínez (reposteros) Antonio Magdaleno (marinero de primera) y Antonio Nores (cabo amanuense) embarcaron en Ferrol, donde el Canarias tenía su base, rumbo a Cartagena. Allí se aprovisionaron de víveres y ropa para los mil hombres que componían la tripulación del crucero. Una vez listos, partieron hacia Atenas.

En el tiempo que duró la travesía los reposteros como Luis y Boubeta recibieron instrucciones de cómo había que dirigirse a los miembros de la realeza y de la diplomacia, e incluso recibieron unas clases rápidas de griego que aún hoy recuerdan. "Kalimera para decir buenos días; kalispera, buenas tardes; kalinýchta, buenas noches; kokkino Krasi, vino tinto y letkó krasí, vino blanco", es Manuel Boubeta, vecino de Coiro (Cangas), el que recita de memoria estas lecciones que aliviaron un poco el trabajo de atender a tanta corte. A sus 71 años recuerda que durante cuatro días antes de la boda y cuatro días después se celebraron comidas y cenas de gala en el Canarias. Asegura que durante los primeros días estuvieron fondeados, pero después el crucero atracó en el Pireo. Los marineros en Ferrol habían tenido problemas con los americanos y un barco suyo había llegado también a Atenas para asistir a la boda. Así que se optó por mantener lejos a las tripulaciones y evitar posibles problemas, según relata Boubeta, que está convencido de que fue una gran experiencia, una magnífica oportunidad para ver la ciudad a la que nunca regresó. El barco estaba engalanado con numerosas luces, había constantes permisos para ir a tierra y la paga era extra, con motivo de las nupcias reales, así que había que aprovechar bien este tipo de vacas gordas en un época en la que la tropa de marinería cobraba 35 pesetas. Boubeta rememora que la abuela del actual rey, Victoria Eugenia, asistió a la boda, y que tuvo oportunidad de servirla en el Canarias, pero no sabría mencionar a otros personajes famosos que subieron a bordo. Este gallego apunta que antes no había los medios de comunicación que hay ahora y era difícil de identificar a las personas famosas, algo que ahora sería mucho más fácil con tanto programa de televisión. Sí guarda bien en su memoria los nombres de sus jefes y mandos en aquella época.

A Antonio Magdaleno (70 años) le tocó hacer guardia en la escalinata de la puerta de la Catedral Católica de San Dionisio, donde la banda del Canarias tocó el himno español cuando entraban los Príncipes. "Cuando llegué a la torre 2 del Canarias acababa de marchar Juan Carlos con el galón de Alférez de Navío". Aún evoca el inmenso calor que hacía el 14 de mayo de 1962 en Atenas y también lo bien que le prepararon para aguantar tres horas de pie: el tiempo que duró la ceremonia en la basílica ortodoxa y la que tuvo lugar después en la Catedral San Dionisio. "Nos dieron de desayunar huevos, vino y naranjas y, con la misma, nos mandaron para tierra a montar guardia en la basílica católica. Nosotros a la ortodoxa no íbamos a nada. Los soldados griegos que cubrían las calles de Atenas por donde iba a pasar la comitiva real caían como moscas uno tras otro debido al calor, así que tenían que sustituirlos. ¡La reina era la más guapa! Después formamos y llegamos al barco a las cuatro. Repusimos fuerza con un rancho de lentejas", indica. Antonio Magdaleno está convencido de que lo eligieron para forma parte de la guardia porque su ropa aún estaba nueva, así no tenían que gastar en vestir a otros. Boubeta interrumpe y dice que les dieron botas y uniformes nuevos a todos los que tenían el uniforme más estropeado.

Luis Rial (69 años) estaba destinado en la repostería de jefes del Canarias, pero antes de emprender este famoso viaje cumplía el servicio militar en la Escuela Naval de Marín. Relata que se llevó una inmensa alegría cuando le comunicaron que tenía que embarcar en el Canarias que iba a trasladar al ministro de Marina a la boda del Príncipe. "No teníamos dinero, ni podíamos ir de franco de ría, así que la opción de embarcar para viajar a Atenas era una buena oportunidad. Me pusieron de jefe de reposteros y cuando el Rey llegó a abordo (los Príncipes hicieron el viaje de regreso hasta Mallorca en el buque insignia) me quisieron poner de ordenanza suyo. Pero le dije que no. Le comenté que me intimidaba demasiado su figura y recomendé a un chaval de Vilagarcía, al que el Rey dio después 2 meses de permiso y veinte duros, que repartió conmigo. Don Juan Carlos era una gran persona. No te molestaba para nada", recuerda. Coincide con su compañero Antonio Magdaleno en que la actual Reina iba muy guapa, pero le llamó más la atención la belleza de una de sus damas de honor.

Pero los testigos gallegos del enlace real también tuvieron tiempo para el ocio. Luis Rial, como sus otros compañeros, aprovechaba para salir por Atenas. "Como cantaba muy bien me quiso contratar una orquesta italiana en un cabaret que se llamaba Valencia", recuerda.

Ninguno de ellos quiere pronunciarse ahora sobre el conflictivo año que vive Juan Carlos.