El mercado de los teléfonos móviles inteligentes está viviendo uno de los periodos más decisivos de su corta historia, hasta el punto de que en poco tiempo puede haber dado un vuelco el actual equilibrio de fuerzas dominantes, que encabezan Apple y Samsung. Porque eso y no otra cosa, la lucha por el liderazgo absoluto y el control del mercado, es el fin ulterior del litigio que desde hace año y medio mantienen el gigante americano y la empresa surcoreana, a cuenta de la supuesta infracción de patentes.

Ni conseguir la retirada de antiguos modelos que infringieron estas patentes, ni el cobro de una indemnización, por importante que sea (1.000 millones de dólares debe pagar Samsung a Apple según establece una de las últimas sentencias), son los objetivos de las disputas, sino el de asegurarse una situación de privilegio ante la llegada de la nueva generación de móviles, intentando que el rival no pueda seguir desarrollando su modelo de negocio actual, que consideran plagiario (Apple contra Samsung) o defendiéndose para que los tribunales les den carta verde para seguir con una política de "adaptación" de otros terminales (Samsung contra Apple), y no se autoricen patentes obvias o ambiguas, como por ejemplo no poder usar teléfonos rectangulares con las esquinas redondeadas (una de las patentes de Apple que supuestamente Samsung ha infringido).

Google como telón de fondo

Aunque la querella entre Apple y Samsung se remonta oficialmente a marzo de 2011, la disputa empezó mucho antes, e incorpora otro actor en el reparto: Google. Apple, con su iPhone y su sistema operativo para móviles (IOS), sus atractivos diseños y funcionalidades, y los avances que aportaba a la forma en cómo se habían entendido los móviles hasta entonces, estaba sembrando las simientes para establecer un duradero y poderoso control del mercado de móviles inteligentes.

Los otros software no llegaban a la altura del IOS, y mientras Apple iba consolidando su avance, Google seguía, aparentemente, sin decidirse a desarrollar un software para móviles. Apple vislumbraba un futuro de dominio casi absoluto. Pero sus planes no iban a salir como estaba planeado. No, al menos, completamente. Google se interpuso en el plan trazado por Apple (Jobs siempre consideró esta acción una traición de su antiguo amigo y colaborador Eric Schmidt, que impulsó ya desde Google estas acciones), y anunció el lanzamiento de un sistema operativo para dispositivos móviles, abierto, y en disposición de ser usado por los fabricantes de móviles que lo desearan.

Google había comprado una empresa que trabajaba en sistemas para móviles, y con los desarrolladores de esta compañía ya bajo su tutela, desarrolló Android, el sistema operativo con el que no contaba Apple. Android otorgaba a las empresas competidoras de Apple un arma poderosísima, un software versátil capaz de explotar al máximo la tecnología actual, pero también de emular a la perfección algunas de las funcionalidades de sus rivales. Tanto es así que el propio Steve Jobs llegó a decir que Android era una copia del iPhone y un auténtico timo, según cuenta Walter Isaacson en la biografía sobre Jobs, y que invertiría hasta el último céntimo disponible en acabar con Android.

En ese momento, Samsung aún no había despuntado tanto en el mercado para móviles inteligentes, pero tenía un sistema de producción muy definido. Su estrategia se ha basado tradicionalmente en una hipotética renuncia a la innovación y centrar su esfuerzo, por el contrario, en la adaptación y evolución inteligente de productos que ya funcionan, de manera rápida, eficaz y a bajo coste, asumiendo incluso un previsible coste por indemnizaciones judiciales, al vulnerar algunas patentes. En el caso del mercado de móviles inteligentes, los llamados smartphones, a Samsung le faltaba ese motor, ese software abierto que le permitiera engrasar su modelo de negocio y adaptar y evolucionar lo que Apple había desarrollado con el iPhone.

Google, con su sistema operativo Android, le puso la solución en bandeja. El resto, es historia conocida. Samsung creó los modelos Galaxy, que imitan, superan o al menos se asemejan bastante, según opiniones, a lo que aportó el Iphone, y lo hizo a menor coste y muy deprisa. En agosto pasado, por ejemplo, ya se vendieron en Estados Unidos más Galaxy S3, el último modelo de Samsung, que iPhones 4, algo con lo que no contaba la empresa de Cupertino.

Pero en esa "adaptación inteligente", Samsung pudo cruzar la raya y usar patentes registradas, que tocan el corazón de su producto. Y lo que quiere ahora Apple, que espera retomar el liderazgo con el lanzamiento del Iphone 5, no es una indemnización ni que se retiren modelos antiguos de Samsung del mercado, sino que se veten sus productos actuales y futuros, y que a Samsung no le salga ya rentable ese modelo, que no pueda seguir desarrollando el sistema de "adaptación inteligente", sino que tenga que diseñar sus propios productos y que se diferencien mucho de los de Apple, disparando a la línea de flotación de la empresa surcoreana. Sin capacidad legal para "adaptar" productos que ya funcionan, Samsung quedaría muy tocada y tendría que reinventarse, dejando a Apple como líder absoluto.

Los próximos juicios y revisiones que hay pendientes definirán el mercado de móviles. Para unos, si Apple vence será una victoria justa, al entender que la inversión en diseño tiene un coste y deben penalizarse severamente estas políticas de "adaptación", mientras que otros sostienen que si sale victorioso Apple, el que saldrá perjudicado no solo será el consumidor, porque habrá menos oferta y precios mayores, sino también la innovación en general porque la concentración de patentes en manos de Apple, que si así lo decretan los tribunales, nadie podrá usar, impedirá que otras empresas apuesten por desarrollos que necesitan de esta tecnología, o que incluso, dejen de usar Android, ya que una parte de las patentes infringidas están vinculadas al diseño, pero otras patentes corresponden al software.

No es descabellado pensar, a tenor de lo que opinaba Jobs, que la batalla contra Samsung es solo un paso intermedio, y que el verdadero objetivo de Apple, aunque Jobs ya no esté, no es la empresa surcoreana, sino que lo que persigue realmente es acabar con Android.