Me preocupa escuchar comentarios negativos sobre la labor de los sanitarios en general y de los médicos en particular. Aunque es cierto que no son infalibles, también lo es que cuando acudimos a la consulta con nuestro médico de familia solemos hacerlo nerviosos y con dudas sobre lo que debemos decir. Ocultarle cómo nos sentimos o el verdadero motivo de la consulta es un error que no debemos cometer, pues necesita toda la información que podamos suministrarle. Pretender que él descubra lo que nos pasa y dé respuesta a nuestros problemas de inmediato y sin nuestra colaboración... ¡hace imposible su tarea!

Los profesionales sanitarios de esta época son muy accesibles y comprenden perfectamente nuestra situación, pero necesitan que actuemos adecuadamente para poder ejercer su función. No mentirles ni siquiera por omisión, explicar de manera objetiva nuestros síntomas y lo que sentimos, es indispensable para que puedan hacer un diagnóstico de la patología que padecemos y darnos el tratamiento indicado para ella. Se ha demostrado que es al final de la consulta cuando el paciente cuenta lo que realmente le preocupa... ¿no sería mejor hacerlo ya en el primer momento?

Lo que debemos hacer es:

-Tener claro el motivo de la consulta, sin mezclar temas.

-Plantearle exactamente los síntomas por los que acudimos a la consulta.

-Responder con sinceridad a sus preguntas

-Confiar en su diagnóstico.

-Explicarle toda la medicación que consumimos, incluso lo que consideramos que no es un medicamento porque es "natural" (diuréticos, laxantes, valeriana, hipérico, etc.).

Lo que no debemos hacer es:

-Dar información innecesaria que solo sirve para enredar y no aporta nada.

-Decirle lo que tenemos, pues es él quien lo sabe; no podemos diagnosticarnos nosotros mismos y pretender convencerle de que "eso es lo que hay".

-Dudar de su capacidad.

-Negar que padecemos la enfermedad que nos indica (aunque nos duelan las piernas de manera esporádica, puede ser el síntoma de una depresión que él descubre al hablar con nosotros y nos prescribirá un antidepresivo en lugar de un analgésico).

-Ocultar el consumo de sustancias que consideramos que no repercuten en su diagnóstico (cocaína, anticonceptivos, etc.).

No cometas el error de relacionar su profesionalidad con la prescripción del medicamento que tú crees que necesitas porque, en ocasiones, no es el indicado para tu patología (si estás empezando con los síntomas de un catarro, no esperes que te prescriba un antibiótico directamente porque puede ser de origen vírico y estaría totalmente contraindicado tomarlo). Si te receta alguno, pregúntale las dudas que se te planteen, pues aunque suelen dar las pautas de consumo, puedes necesitar explicaciones concretas (el horario, si es en ayunas, sus efectos secundarios, etc.). Estará encantado de dártelas. Otra opción es dirigirte a la farmacia y no salir de ella sin saber absolutamente todo lo que necesitas para que tu tratamiento sea eficaz.

Las personas mayores, en principio, están perfectamente capacitadas para acudir solas a su médico, salvo que padezcan una enfermedad que se lo impida. Deben llevar todas las cajas de fármacos y similares que consumen habitualmente, las prótesis que utilizan, ropa cómoda y de uso habitual, zapatos apropiados, las preguntas que deseen hacer escritas para no olvidarlas e ir acompañados si no son capaces de desenvolverse por sí mismos o están habitualmente con esa persona a la que el médico puede dirigirse si se le plantea alguna duda, pero sin olvidar que el protagonista es el paciente, aunque sea mayor.

Los niños acuden al pediatra normalmente con sus padres. Es fundamental educarle sin temor a la consulta, hablándole en términos positivos de las visitas rutinarias e incluso de las urgencias por fiebre, tos, etc. No pueden sentir miedo por ir a verle, es muy importante que la familia desmitifique esa sensación, que podría continuar hasta la edad adulta, con el problema que eso conlleva. Debemos plantearle al pediatra lo que nos preocupa y escuchar su opinión atentamente sin comparar a nuestro hijo con su amiguito o con el pediatra que le lleva a él.

Considero fundamental establecer una relación de confianza médico-paciente que permitirá acudir a la consulta sin temores absurdos y nos ayudará a recuperarnos de nuestra dolencia con mayor rapidez. Además, es imprescindible seguir todas sus órdenes y no variarlas sin consultárselo previamente.