Quienes toman anticoagulantes para tratar sus problemas de salud tienen que seguir una serie de pautas que su especialista les ha indicado. Un factor importante a tener en cuenta es el dietético y nutricional. Varios alimentos pueden influir en el tratamiento, fundamentalmente relacionados con la concentración de vitamina K, que ingresa en nuestro organismo con los alimentos en forma de vitamina K1 y es sintetizada a nivel intestinal por las bacterias presentes en él.

Ciertos factores intervienen en la concentración de vitamina K en nuestro organismo: la dieta, la información genética, el consumo de antibióticos (altera la flora intestinal e incide negativamente en su síntesis), la administración de suplementos vitamínicos que la contienen, etc.

Aunque todos debemos cuidar nuestra alimentación, quien está siendo tratado con anticoagulantes debe seguir una dieta equilibrada. Si el especialista ha dado alguna recomendación específica debe seguirse ésta, ya que puede asociarse a ciertas patologías que precisan una dieta especial (diabetes, hipertensión, elevados niveles de colesterol, etc.).

La Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición advierte que el contenido de vitamina K de la dieta puede interferir en la eficacia del tratamiento, favoreciendo tanto un exceso como un defecto. Recomienda evitar modificaciones drásticas en el menú habitual realizando dietas con pocos vegetales o aumentar bruscamente la ingesta diaria de alimentos ricos en vitamina K. Es recomendable conocer los alimentos en los que es más abundante para no comerlos con demasiada frecuencia, en grandes cantidades o en combinaciones excesivas:

-Los de origen animal no suelen contener mucha (salvo hígado y vísceras). Algunos muy grasos pueden incluir formas de vitamina K (embutidos, tocino, bollería industrial, nata, quesos, bacon, mantequilla, etc.). Opta por comer más pescado que carne.

-Los de origen vegetal tienen mayores concentraciones, especialmente las hortalizas de color amarillo oscuro o verduras de hoja verde (que presentan filoquinona, la principal fuente dietética de vitamina K) y deben ser controlados. Se recomienda tomar dos raciones de verduras y hortalizas diarias (mejor una de ellas cruda).

De entre los alimentos con alto contenido en vitamina K podemos destacar:

-Espinacas, brécol, lechuga romana, endibias, col rizada, remolacha, espárragos, coles de Bruselas... (media taza por menú).

-Aceites vegetales (soja y oliva, por ejemplo). A pesar de su contenido elevado, es mejor utilizar el de oliva virgen para cocinar y/o condimentar por sus propiedades saludables contrastadas. 4-6 cucharadas aportan la cantidad de vitamina K recomendada, así que no superes esa cifra.

-Aceites vegetales hidrogenados (en comida precocinada, galletas, margarinas, etc.) que contienen una forma de vitamina K que puede afectar al control de la anticoagulación. Analiza las etiquetas de lo que compras.

-Frutas como el kiwi, los higos o el plátano.

-Legumbres, aunque no todas contienen la misma concentración: opta por las lentejas en pequeñas cantidades 2 o 3 veces a la semana (unos 30 gramos por menú)

-Cacao en polvo y chocolate.

-Frutos secos como ciruelas pasas, piñones, pistachos y anacardos.

-Perejil y orégano.

Los análisis bromatológicos señalan que las menores concentraciones de vitamina K se encuentran, entre otros, en:

-Leche desnatada, yogur, queso y requesón. (Se recomiendan dos raciones diarias de lácteos semidesnatados o desnatados).

-Carnes, huevos y pescados.

-Cereales y derivados (pan blanco, trigo, maíz, arroz, pasta, integrales preferentemente) y patatas.

-Aceite de maíz o girasol, tienen menos contenido pero no son tan sanos como el de oliva virgen.

-30 gr. de frutos secos una o dos veces por semana (nueces o almendras crudos).

-Calabaza, berenjena, pimiento rojo, champiñones, rábano y cebolla.

-Se recomiendan al menos 3 piezas de fruta al día: mandarina, naranja, manzana, pera, melocotón, sandía.

-Condimentos: ajo, sal, vinagre, azúcar, miel. Aunque son fuente de vitamina K, son consumidas en pequeñas cantidades.

A pesar de todo lo que hemos comentado, no es tan difícil organizar un menú saludable para este tipo de personas. Te proponemos, si el médico no ha indicado lo contrario:

Desayuno: zumo de dos naranjas, cereales integrales con leche desnatada y un café.

Media mañana: una manzana.

Comida: judías cocidas con tomate, un filete de pavo con arroz al vapor y una pera.

Merienda: un café con leche desnatada y una tostada de pan integral con dos lonchas de jamón serrano.

Cena: champiñones al ajillo, revuelto de atún, un melocotón.

Evita el consumo de "productos naturales" sin control y no te automediques. Consulta todas tus dudas con el médico, pues es el más capacitado para orientarte y conoce tu historia médica. Como tienes que acudir a los controles habituales, puedes aprovechar el momento para hacerlo o, si es algo urgente, acércate al centro de salud o a tu farmacia para que te asesoren eficazmente.