La muerte de su esposa en 1986 -ahora está casado por cuarta vez- dejó muy tocado y sin rumbo a Jesús López Cobos hasta que el Réquiem de Brahms le ayudó a sobrellevar la pena y a reencontrase consigo mismo. "El arte alimenta el espíritu", asegura el director musical nacido en Toro que ha capitaneado con su batuta las mejores orquestas del mundo. Sereno, comedido y lleno de jovialidad a sus 74 años, López Cobos solo se revuelve al rememorar su "desagradable" paso por el Teatro Real, que dirigió durante siete temporadas. Aún mantiene su litigio contra el presidente del Patronato, Gregorio Marañón, y contra su sucesor, Gerard Mortier, quien antes de morir cuestionó la dedicación de López Cobos al coliseo madrileño. El maestro zamorano que se crió en Málaga reside ahora en Lausanne (Suiza) con su cuarta mujer. "Me he divorciado dos veces, enviudado una y ahora llevo ya 18 años con mi esposa", revela en una entrevista en exclusiva con Epipress en Valladolid, donde con la Orquesta Sinfónica de Castilla y León reinterpreta a los rusos Schnittke y Shostakóvich.

-¿Cómo recuerda su infancia en Toro y su decisión de salir para descubrir el mundo?

-En Toro estuve hasta los seis años, luego nos trasladamos a Málaga, empecé la universidad en Granada y terminé en Madrid. Estudié filosofía pura.

-¿Cómo llegó usted al mundo de la música clásica?

-A través de mis padres. Mi padre era un enamorado de la cultura alemana, de Brahms y Bach, mientras que mi madre se pasaba el día cantando zarzuela. Pasé mi infancia escuchando música y a los 10 años ingresé en el seminario de Málaga, donde estuve siete años. Allí recibí una formación humanista y pude estar en contacto con la música. Cantaba gregoriano y en el coro.

-¿Iba usted para cura?

-Sí, pero cuando entré en la universidad me di cuenta de que no tenía vocación. Yo seguía dirigiendo coros y un día entré en el conservatorio de Madrid. Fue ahí donde me planteé si quería seguir con la filosofía o me dedicaba a la música.

-¿En qué se parece ser cura a ser músico?

-La música es una forma de sacerdocio. Los músicos no somos conscientes de la labor social y espiritual que hacemos. Recuerdo que una mujer me envió un día una carta tras escucharme en Madrid y me decía que se quería suicidar pero que tras salir del concierto se había dado cuenta de que valía la pena vivir. Yo me marché a Viena porque en España no se podía estudiar dirección de orquesta. No me quedó más remedio que emigrar y acerté. La música me ha hecho muy feliz.

-¿Tiene la música un valor terapéutico?

-Sin lugar a duda. Hay veces que necesito el silencio, pero me gusta todo tipo de música. En el rock me he quedado en los Beatles. La música sirve de consuelo en los momentos de tristeza y potencia los de alegría, tiene un valor terapéutico increíble.

-¿Con qué compositor se consuela en los momentos tristes?

-El Réquiem de Brahms me sirvió para sobrellevar en 1986 la muerte de mi esposa. Me quedé muy tocado, sin rumbo.

-Lo siento.

-He tenido cuatro esposas, de dos me divorcié, de una enviudé y ahora llevo 18 años de felicidad con mi mujer.

-¿Qué compositor le transmite más felicidad?

-La música italiana de Vivaldi nunca falla. También es buena opción la música barroca.

-No debe de ser fácil dirigir una orquesta con egos superlativos.

-En mi profesión, solo el 50% tiene que ver con la música, luego está la psicología. Hay que potenciar el trato humano y entender a la gente con la que se trabaja.

-¿Hay mucho divismo en la música clásica?

-No. En la ópera quizá lo hubo porque es un campo en el que chocan muchos egos.

-¿Es necesario tocar algún instrumento para ser director de orquesta?

-Eso sería lo deseable, pero yo no tuve la ocasión de formarme como instrumentista. Con el paso de los años estudié harmonium y violín, pero echo mucho de menos esa formación.

-Y volvió a emigrar tras su polémica salida de la Orquesta Nacional de España (ONE).

-No fue una situación agradable pero contaba con ella cuando acepté venir a España a finales de la década de 1970. Venía de Berlín, donde había pasado 10 años, y traía unas ideas difíciles de encajar en una institución de funcionarios públicos muy corporativista. Cuando vi que no iba a tener más recorrido me marché. Cuando dejé la ONE prometí no volver a dirigir en mi país, de hecho, ni pasé por España entre 1988 y 1998. Salí así de dolido.

-¿Por qué regresó entonces al Teatro Real?

-Por razones emotivas. Después de esa experiencia, también dolorosa, no he vuelto a dirigir como titular a ninguna orquesta española. En 2010 amplié esa decisión a cualquier orquesta del mundo. Pensé que con 70 años era hora ya de pasar la responsabilidad a otros.

-¿Se ha sentido tan maltratado en España como decía hace años o el tiempo ha mitigado ese sentimiento?

-Los artistas suelen ser poco reconocidos en sus países de origen. Aquí se nota más porque la envidia es el deporte nacional en España y las instituciones culturales están muy politizadas.

-¿Le gustaría volver al Teatro Real a dirigir una ópera?

-No. Ni al Real ni a ningún otro teatro de España.

-¿Por qué resultó tan dramática su salida del Teatro Real?

-Más que dramática fue desagradable para mi y para el director artístico, Antonio Moral. Vimos que se hacían cosas a nuestras espaldas y que no teníamos la confianza del presidente del Patronato del Real.

-¿Quiere decir que Gregorio Marañón boicoteaba su trabajo?

-De ese señor no hablo porque tengo una demanda judicial interpuesta contra él.

-¿No se ha desestimado esa demanda?

-En primera instancia, pero yo sigo con ella.

-¿Cómo se sintió cuando Gerard Mortier le llamó vago para justificar su salida del Real?

-Yo a ese señor sólo lo vi cinco minutos de mi vida y aunque haya fallecido sigo adelante con la demanda porque creo que sus declaraciones atentaron contra mi honor. No tuve tiempo ni de chocar con él.

-¿Es verdad que Mortier despreciaba todo lo español?

-A sus declaraciones me remito. Él fue el que dijo que no había nadie en España capaz de seguir su trabajo al frente del Real. Pues parece que se equivocaba porque ya lo hay: Matabosch.

-Parece contento con el nombramiento de Matabosch como sucesor de Mortier.

-Lo estoy. Espero que consiga esa estabilidad de la que disfrutó en su etapa en el Liceo de Barcelona. Es un hombre de teatro y esperemos que no tenga que sufrir la experiencia que hemos padecido otros. No olvidemos que será el sexto director artístico del coliseo madrileño en tan sólo 20 años.

-¿Cómo valora usted su etapa en el Real con Emilio Sagi como director artístico?

-Fue una experiencia magnífica porque es un hombre de primera categoría.

-¿Por qué no le defendió usted entonces cuando lo echaron?

-A toro pasado le expliqué que necesitaba un director artístico que estuviese al 100% en el Real. Él no podía estar, así que era mejor pensar en otra persona y elegí a Antonio Moral.

-¿Hasta qué punto hay que estar en forma física para dirigir sesiones maratonianas como las que usted dedicó a Beethoven en Madrid?

-Lo que se necesita es buena salud y concentración. Las nueve sinfonías de Beethoven duran seis horas y cuarto, pero con descansos. El Ocaso de los Dioses, de Wagner también dura seis horas. A mi me gusta mucho pasear por la naturaleza y el ejercicio que hago mientras dirijo es muy aeróbico.

-Debe de gozar de una salud de hierro para no pensar con 74 años en la jubilación.

-Mientras tenga salud seguiré. La música me hace vivir y me mantiene joven. Un director musical no alcanza su plenitud hasta los 65.

-¿Se vive bien de la batuta?

-Sí, aunque la crisis la hemos sufrido todos. Yo he tenido que ajustar mi caché porque además la competencia es grande y no queda otra.

-¿Es necesaria más cultura artística en España para disfrutar a nuestros creadores?

-En España hace falta cultura. Sólo hay que ver la televisión para ver la falta de cultura de este país que se entrega a programas en los que todos chillan.

-¿Qué público es el que más le ha impresionado?

-El japonés es un ejemplo de lo que debe ser por su respeto, admiración, entusiasmo y silencio absoluto durante los conciertos. El español ha evolucionado mucho, el que va a la ópera suele ser muy fanático. Hace 30 años era un público mucho más elitista que ahora.

-¿Cómo ve el actual momento musical español en cuanto al nivel de los intérpretes?

-La evolución también ha sido fantástica. Hay ya casi dos generaciones formadas en el extranjero con un nivel interpretativo que les permite estar en las mejores orquestas del mundo.

-La pena es que, como usted, hayan tenido que emigrar.

-Hay muchos que volvieron pero hoy en día es difícil que quieran dar ese paso por culpa de los recortes. Los ajustes económicos siempre empiezan por la cultura porque se piensa que es algo superfluo. La formación integral no sólo es física y técnica, es también artística porque es esa faceta la que alimenta la parte más espiritual del hombre.

-¿Qué sueño musical le gustaría ver cumplido?

-Interpretar La Pasión según San Mateo de Bach. Es una pieza en manos de los especialistas en música barroca con la que ya soñaba de pequeño.