De mascotas a terapeutas
Decenas de gallegos con autismo, parálisis cerebral, síndrome de Down o alzhéimer recurren cada año a terapias asistidas con burros, perros o caballos para mejorar su calidad de vida

Una niña durante una terapia con perros. jorge santomé
De simples animales de compañía a convertirse en terapeutas o los mejores guardianes de la salud de sus amos. Decenas de personas con parálisis cerebral, síndrome de Down, autismo o alzhéimer, entre otros trastornos, ya se benefician cada año en Galicia de la terapia asistida con animales, una técnica que permite mejorar la calidad de vida del paciente de una forma mucho más "rápida y eficiente" que con las terapias tradicionales. A ellos se suman todos aquellos que tienen en su animal de asistencia a su mejor aliado. Perros, en su mayoría, que se convierten en los ojos, los oídos o las manos del dueño que debido a algún tipo de discapacidad presenta necesidades específicas para sus tareas diarias. Para los expertos, recurrir a animales para mejorar la calidad de vida de este tipo de pacientes solo tiene ventajas. "Es una de las pocas maneras de trabajar de forma integral todos los aspectos: la psicomotricidad, el área cognitiva, la emocional, la social o la comunicativa", señala la psicóloga Elsa Pérez, de la asociación Andrea, en la que realizan terapia con burros.
Los expertos gallegos en terapia con animales aseguran que, pese a la creencia popular, "no se trata de algo novedoso". Ya en la Grecia clásica se aconsejaba a los enfermos incurables que paseasen en caballo para mejorar su estado de ánimo, en el siglo XVII era una terapia muy extendida contra la gota y, en 1944, Cruz Roja recurría a perros en Nueva York para acelerar la rehabilitación. "Hace unos 40 años que la terapia asistida con animales se utiliza en hospitales de EEUU, por ejemplo", indica Elsa Pérez, quien anima a las administraciones a incluir estas terapias entre sus servicios. "Se obtienen resultados en muy poco tiempo y se trabajan todos los aspectos", resalta.
Eso sí, no se trata de que los pacientes jueguen o pasen un rato con los animales. Es una terapia y como tal solo puede ser impartida por un equipo de profesionales -psicólogos, psiquiatras, trabajadores sociales, etc...- y requiere un protocolo. "Lo primero es hacer una valoración para ver el diagnóstico del usuario y después se fijan unos objetivos y unos ejercicios personalizados, específicos para cada paciente", señala Elsa Pérez, quien deja claro la diferencia entre la terapia y las actividades con animales. "Las primeras se diseñan en función del paciente y siguen un proceso, se marcan unos objetivos para su evolución. Las actividades son ejercicios puntuales más vinculados al ocio o a objetivos educativos", resalta.
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