Confieso que soy un converso de las redes sociales. Al principio, eso del Facebook y del Twitter me parecía una pérdida de tiempo. Ya no. Desde hace unos años me parece una extraordinaria y novedosa forma de comunicarnos. Sin embargo, hay determinadas actuaciones que no se pueden defender. Determinadas líneas rojas que no se deben traspasar.

Esta semana conocíamos que Facebook ha usado a 700.000 de sus usuarios como ratas de laboratorio. Durante la semana del 11 al 18 de enero de 2012 manipuló el muro de Facebook de estas personas para comprobar si las emociones -positivas o negativas- se contagian a través de una red social.

A unos les mostraron actualizaciones de sus amigos con mensajes positivos y a otros con toques más negativos. Y sí, hubo contagio de emociones. Los que recibieron los impactos positivos fueron más proclives a publicar mensajes positivos y viceversa.

La verdad es que tampoco han descubierto la pólvora. En la vida real ocurre lo mismo. Las emociones se contagian igual que los bostezos. Ocurre en las fiestas, en los funerales, en un teatro, en un concierto? Hasta en la televisión. Si vemos a Belén Esteban hacer pucheros en un plató de televisión? No, seguro que no nos contagia.

Esa manipulación de nuestro muro de Facebook siempre ha existido. No es nada nuevo. Con el propósito de crear un producto más atractivo, dice la red social, las actualizaciones tanto de nuestros amigos como de las páginas que seguimos son filtradas y no aparecen todas. Sí. No aparecen todas. Probad y entrad en el perfil de un amigo o de una página de los que hace tiempo no tenéis noticias y ya veréis cómo han publicado algo que no ha salido en vuestro muro.

El objetivo de este filtrado diario, aseguran, es que el usuario no se sienta abrumado con tantas actualizaciones. Gracias, señores de Facebook por tomarse la molestia. Pero nunca he entendido esta protección que no he pedido: si yo quiero seguir a 300 amigos y a 200 páginas será porque quiero ver todo lo que ponen, de lo contrario dejaría de seguirlos. Digo yo. En Twitter funciona así. Además, nadie de Facebook ha explicado qué parámetros utiliza para realizar ese filtrado. Como la fórmula de la Coca Cola, son secretos.

Pero esto no es lo importante. Lo grave es que haya utilizado a 700.000 usuarios -fueron todos de habla inglesa, así que no hubo conejillos de indias en España- como ratas de laboratorio. Porque ese estudio es pasar una línea roja difícil de defender: alterar la percepción y las emociones de las personas sin su consentimiento debería ser delito.

Y es que no pidieron permiso para realizar el estudio, aunque Facebook se defienda y argumente que ese consentimiento aparece en los términos de uso -sí, eso que todos leemos- y que al aceptarlos hemos dado permiso para "operaciones internas" como son "el análisis de datos y la investigación".

Por cierto. Me pregunto si Facebook no ha provocado algún ataque de ansiedad o alguna depresión con los impactos negativos, porque con la gente que hay deprimida por ahí, todo es posible.

Y lo próximo qué será: que nos aparezca un mayor número de actualizaciones, por ejemplo, de Belén Esteban para que compremos su libro. O una cascada de comentarios negativos sobre un determinado candidato a la presidencia del Gobierno. Porque por esto último podríamos pasar, pero por lo primero?

Sugerencias, dudas y/o comentarios a jm.rodriguez@epi.es @manolorodriguez Manolo Rodríguez